Carretera Panamericana en la ciudad de La Joya en Arequipa. (Foto de Diego Ramos / AFP)
Carretera Panamericana en la ciudad de La Joya en Arequipa. (Foto de Diego Ramos / AFP)

Reclaman respeto a ‘sus’ derechos humanos aquellos que impiden que cientos de personas puedan llegar a sus hogares o trabajos; niños y ancianos que sufren de hambre y sed porque se les terminaron provisiones y dinero. Exigen respeto los que atacan a una Policía que tiene prácticamente prohibido defenderse por temor a consecuencias y juicios futuros. Exigen los que incendiaron una planta agroexportadora, dejando sin empleo probablemente a miles de trabajadores; los que incendiaron instalaciones de una empresa lechera que compra su insumo a muchos pequeños productores que no tendrán a quien venderlo; los que impiden a personas que requieren atención médica llegar a recibirla a tiempo.

Las grandes empresas sufrirán pérdidas, pero probablemente tienen seguros, así que quienes más pierden en estas manifestaciones vandálicas son los que menos tienen, los que dependen de un empleo o de su pequeño emprendimiento de servicios, manufacturero o agrícola para subsistir día a día y salir adelante junto con sus familias.

Las imágenes que muestra la televisión no son de marchas pacíficas; ni siquiera espontáneas: vemos a una muchedumbre azuzada en contra de la Policía, la propiedad privada y también contra los ciudadanos ajenos a los extremos de la política y que solo desean continuar con su vida de la mejor manera posible.

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Mantener una turba activa durante tantos días no es barato; además de los costos de movilización se suman los de alimentación y algún ingreso por participar. En un país en el cual la mayoría de las personas depende del ingreso por el trabajo del día para alimentar a sus familias, es poco probable que la participación en marchas violentas sea por convicción de que Pedro Castillo es una víctima del Congreso, la prensa y el Poder Judicial, y que su permanencia significa vivir en un ambiente pacífico, un gobierno democrático y con oportunidades para la mayor parte de la población. Así, lo más probable es que haya quienes, con ‘importantes bolsillos’, tienen capacidad de mantener la situación de caos que se vive estos días.

En una columna anterior opiné que Castillo había hecho un mal cálculo respecto al apoyo que tendría por parte de las Fuerzas Armadas y la ciudadanía. Lo que no vi en ese momento fue que el trabajo de enfrentamiento y la infiltración en poblaciones e instituciones, realizados durante 16 meses de gobierno, también tendrían un impacto, dando la impresión de un amplio respaldo a Castillo por parte de la ciudadanía.

Pedro Castillo se adelantó al dar el golpe, pero no fue error de cálculo; fue que no le alcanzó el tiempo para completar la tarea que, poco a poco, venía realizando para sembrar violencia y temor.

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