“Los países se pueden venir abajo por un hecho violento y de gran dimensión, como un golpe de Estado o una revolución; pero también puede ir cayendo poco a poco, en un proceso de deterioro lento”. (Foto: Andina)
“Los países se pueden venir abajo por un hecho violento y de gran dimensión, como un golpe de Estado o una revolución; pero también puede ir cayendo poco a poco, en un proceso de deterioro lento”. (Foto: Andina)

Esta semana tuve, digamos, dos encontronazos con el sector Salud: un niño con leucemia que no podía ser trasladado a Lima por falta de camas en el hospital que lo debía recibir, y una amiga que lleva esperando un año para que le programen una operación necesaria y derivada de un cáncer tratado previamente. Son solo dos casos de los miles que hay y cada uno representa una tragedia para el paciente y sus familias, impotentes ante la indiferencia de los responsables: si no hay cama, pues no hay; solo cabe esperar. Si no hay medicamentos para su entrega, hay que buscarlos y pagarlos por fuera. No hay otra opción.

El presidente fue abucheado en el Hospital Rebagliati, no necesariamente debido a las fallas de gestión en el área de salud en particular, sino como manifestación del descontento general respecto a la gestión del gobierno: ¿cuáles son los logros o avances en educación, reducción de la pobreza, provisión de servicios o desarrollo de proyectos de infraestructura? La peor parte es que no solo se ha deteriorado aquello que está directamente a cargo del Estado, sino que tampoco se permite al sector privado avanzar en sus proyectos.

Cada vez que vemos esas cifras de crecimiento ‘revisadas a la baja’ especialmente debido a la reducción del ritmo tanto de la inversión pública como privada, también debemos tener en mente que esas cifras reducidas (arañando el 3% este año para luego reducirse aún más el próximo) significan menos empleo, menos acceso a productos básicos y menor bienestar, tanto presente como futuro.

En CADE se mostrará cómo no ha sido posible aún reducir la tasa de pobreza a los niveles de 20%, previos a la pandemia y, seguimos con un 26% de pobreza que, en cifras frías puede decir poco: por eso hay que mirar cómo se traduce en la vida de millones de personas.

Los países se pueden venir abajo por un hecho violento y de gran dimensión, como un golpe de Estado o una revolución; pero también puede ir cayendo poco a poco, en un proceso de deterioro lento, menos perceptible para muchos, pero igualmente dañino.

Esto es lo que está pasando al Perú y por eso tal vez sea que no ha sido posible lograr la convocatoria a una marcha que obligue a la renuncia del presidente (comprensible porque probablemente lo llevaría directo a juicio o incluso a detención) o que presione al Congreso a declarar la vacancia por incapacidad moral (también comprensible porque quitaría el sueldo asegurado hasta ahora por varios años más, o porque algunos podrían tener más que arriesgar que el propio presidente).


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