“Cada nuevo ministro (y caray que han sido muchos) viene con un ‘cardumen’ de allegados a tomar puestos para los que no son competentes”.
“Cada nuevo ministro (y caray que han sido muchos) viene con un ‘cardumen’ de allegados a tomar puestos para los que no son competentes”.

He trabajado en instituciones públicas y privadas, con y sin fines de lucro; y he tenido la suerte de que la mayor parte del tiempo, en casi todas ellas, me he sentido contenta y muy pocas veces he sentido ganas de no ir a trabajar. Mucho de esto tiene que ver con la relación de camaradería y hasta diversión que existía en el ambiente de trabajo, no solo en ocasionales celebraciones sino en el día a día e incluso durante los momentos de mayor presión.

En Leaders eat last, Simon Sinek exlica precisamente esto: la relevancia del buen ambiente de trabajo sobre los resultados individuales y del equipo de cada organización. Según el experto conferencista, conocido por sus análisis respecto a la importancia del optimismo y liderazgo en las organizaciones, así como la forma de entender el propósito de estas, el sentirse “cuidado” o respaldado por el resto del equipo es fundamental para enfrentar las amenazas externas. Así, por ejemplo, una empresa en la que sus empleados se sienten enfrentados unos con otros, tiene mucho menos probabilidades de éxito que una en la cual se sienten seguros e integrados.

Hay otros dos mensajes interesantes, relacionados con el estrés. El primero: existe una razón por la cual el estrés deviene en enfermedades físicas, y es la generación de cortisol, sustancia relacionada con el funcionamiento del sistema inmunológico. Finalmente, a pesar de que es común pensar lo contrario, el estrés se siente más en los mandos medios bajos que en los cargos más altos de la organización. Según concluyen los estudios realizados, a menor control (llámese capacidad para tomar decisiones), mayor estrés.

Difícil no trasladar estas conclusiones a lo que debe ser para un funcionario responsable, con carrera pública, trabajar hoy en un ministerio. Cada nuevo ministro (y caray que han sido muchos) viene con un “cardumen” de allegados a tomar puestos para los que no son competentes y toman el poder con decisiones que no solo son antitécnicas, sino moral y legalmente cuestionables. A ello se suma el riesgo de responsabilidad de quienes, sin ser parte del clan, estuvieron allí en ese momento. La reacción natural es dejar de firmar y demorar las cosas hasta que el cardumen se traslade a otra dependencia. Mientras tanto, y como los que vienen serán “otros” pero no necesariamente mejores, el país queda a la deriva (sin poder entregar pasaportes) o, peor aún, dañado (sin medicamentos contra el cáncer).

Desafortunadamente es lo que nos está tocando vivir: si ya solíamos quejarnos, con o sin razón, de la calidad de servicio de las entidades públicas, qué podemos esperar hoy de funcionarios de carrera con elevados niveles de estrés, cuidándose las espaldas de las acciones de sus propios colegas y jefes.


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