“Ha habido escaramuzas donde se mezclan pedidos de vacancia con otras agendas; pero ninguna de ellas ha logrado mover al Congreso para que sienta al menos un poco de vergüenza y vote por la vacancia”. (Foto: Archivo El Comercio)
“Ha habido escaramuzas donde se mezclan pedidos de vacancia con otras agendas; pero ninguna de ellas ha logrado mover al Congreso para que sienta al menos un poco de vergüenza y vote por la vacancia”. (Foto: Archivo El Comercio)

Las guerras son una de las peores tragedias que enfrenta el ser humano y son, además, creadas por él mismo. Algunas tienen como origen la ambición, otras la religión y otras, simplemente la locura de algún líder. Hasta hace poco, mientras los conflictos ocurrían en Asia o África, los veíamos como un pequeño segmento de las noticias; como se dice, las muertes eran tantas que “se convertían en estadística” y se les arrancaba el derecho a la tragedia que una sola muerte representa. Hoy, la guerra se desarrolla en Europa, la televisión la transmite en vivo, hemos leído sobre la crueldad de guerras anteriores y sabemos que hay armamento nuclear; por tanto, es inevitable sentir miedo.

¿Cuánto vale la vida de un ser humano? Depende. Hoy, como decimos, se está convirtiendo solo en estadística. Aunque solo sirva de algún consuelo a sus familias, a los muertos ucranianos se les reconocerá haber luchado en la defensa de su territorio. ¿Qué justificación se les dará a las familias de los soldados rusos, víctimas también y cuyas madres ni siquiera entienden por qué o para qué los llevan a pelear?

Frente a eso, por más que nos indignemos, las nuestras, las peruanas, son pequeñas miserias.

Quienes estamos indignados por la manera en que se está destruyendo el país, deberíamos preguntarnos cómo permitimos o fuimos cómplices de haber llegado a este punto en el cual, a pesar de que se tilde a Pedro Castillo de incapaz, él o sus asesores, están a muy poco de llegar, exitosamente, a destruir instituciones, incluyendo la democracia misma. Al mismo tiempo, en el plano económico, las pérdidas de crecimiento que generan mayor pobreza crean también tierra fértil para los conflictos sociales en poblaciones que ellos mismos azuzan. No es impensable predecir un desenlace más grave que el que ya “mudó a Madrid” a aquellos peruanos que pudieron y quisieron hacerlo.

Los que quedamos acá no hemos podido organizar nada que realmente obligue a un cambio de gobierno. Hasta ahora ha habido escaramuzas donde se mezclan pedidos de vacancia con otras agendas; pero ninguna de ellas ha logrado mover al Congreso para que sienta al menos un poco de vergüenza y vote por la vacancia. Dada la calidad de gran parte de los congresistas y la alianza de varios de ellos con aquel al cual deberían vacar, es un escenario que resulta lejano, aunque las pruebas de inmoralidad se acumulen.

Si bien, ante una guerra, nuestros problemas pueden parecer poca cosa, para cada familia que los sufre, pierde el trabajo, no accede a atención médica o no tiene cómo alimentarse, son el día a día. Mientras, esas, las grandes tragedias, siguen siendo lejanas y ajenas.

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