“Si la celebración del bicentenario de la independencia nacional fue deslucida, este año, la conmemoración tendrá un tono aún más triste: el Congreso y el Ejecutivo están atrapados en una relación tóxica”. (Foto: GEC)
“Si la celebración del bicentenario de la independencia nacional fue deslucida, este año, la conmemoración tendrá un tono aún más triste: el Congreso y el Ejecutivo están atrapados en una relación tóxica”. (Foto: GEC)

Por diversos motivos, en mi infancia, la de Fiestas Patrias era realmente una celebración: así como para Navidad se armaban árbol y nacimiento, para 28 de julio se ponía la bandera y se pintaba la fachada de la casa. Luego estaba la emoción de ver el desfile militar desde el balcón de la casa de unos primos en la Av. Brasil y, por supuesto y muy importante, la generosa propina que daban mis abuelos españoles a sus nietos peruanos “por haberse independizado”. Ni el gris del invierno limeño podía contra esto.

Hace tiempo las cosas pintan distintas y es que se siente mucho más importante ganar un partido de fútbol que celebrar la independencia nacional. Fue necesario participar en el campeonato mundial en Rusia para que nos sintiéramos parte de una nación (por eso duele tanto que no hayamos clasificado para Qatar).

Si la celebración del bicentenario de la independencia nacional fue deslucida, este año, la conmemoración tendrá un tono aún más triste: el Congreso y el Ejecutivo están atrapados en una relación tóxica, pero que parece que mantendrán “hasta que la muerte (o la culminación del mandato) los separe”. Tan aferrados están al poder los unos como los otros, que eso supera los reclamos de la ciudadanía respecto a los escándalos de corrupción que involucran al entorno presidencial.

En el plano económico, un contexto internacional menos favorable para los precios de nuestros minerales de exportación hará más difícil la obtención de recursos y afectará nuestro propio crecimiento. A ello sumemos los incrementos de precios que ya venimos sintiendo y tendremos un país en el cual no se puede, no ya reactivar el crecimiento, sino aliviar el desempleo, la pobreza y el hambre. De la provisión de los servicios de salud, educación y seguridad a cargo del Estado, solo se espera que empeoren: no hay capacidad ni para entregar pasaportes. ¿Qué podemos esperar de las compras de medicamentos básicos? Lo mismo se da respecto de la inversión pública: no es novedad que no se ejecute el presupuesto asignado; pero eso se agrava cuando, como ahora, habrá elecciones y cambio de autoridades subnacionales. Eso nos lleva nuevamente a recordar los efectos de la descentralización: en un distrito donde las escuelas no tienen techo el alcalde construye un arco de bienvenida; en otro, donde no había escuela, los padres tuvieron que obligar a las autoridades a recibir el moderno colegio construido mediante obras por impuestos; grandes muros perimétricos. ¡alrededor de nada!; estadios derruidos poco después de su construcción; cientos de losas deportivas donde no hay postas médicas.

¿Felices Fiestas Patrias?

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