“La informalidad laboral, en la que se desempeña la mayoría de nuestros trabajadores es también gran cómplice de nuestras deficiencias en la atención de salud”.
FOTOS: EDUARDO CAVERO
“La informalidad laboral, en la que se desempeña la mayoría de nuestros trabajadores es también gran cómplice de nuestras deficiencias en la atención de salud”. FOTOS: EDUARDO CAVERO

El ritual de la mañana suele empezar escuchando noticias en televisión. Los crímenes cotidianos y escándalos políticos de los noticieros locales se complementan con los noticieros internacionales que van un más allá de nuestras fronteras, pero tampoco dan mucha variedad.

Esta semana una de las primeras noticias del día se refería al triste récord que ostentaba el Perú respecto al número de casos y fallecidos de COVID. Días antes, se mencionaba que Rusia está volando con el número de contagios y fallecidos. Irónico que una de las poquísimas palabras que hayamos escuchado del presidente haya sido que en el Perú (¿tal vez algún día?) se producirá la Sputnik, vacuna rusa.

Afortunadamente, el ritmo de vacunación en el Perú se ve sustancialmente acelerado. Ya vacunarse no es un lujo de quienes pueden viajar al exterior y, aunque nuestra geografía y limitaciones logísticas impiden llegar más rápidamente, se ha dado un vuelco sustancial a la parálisis y desidia que significó Vizcarra.

Los avances en la vacunación, equipamiento y tratamiento contra el COVID-19 fue respuesta a una situación desesperada en la que participaron los sectores público y privado. Desde un primer momento las empresas privadas ofrecieron apoyo y lo brindaron. La provisión de oxígeno y ventiladores para las camas UCI, por ejemplo, fue fundamental.

¿Qué está ocurriendo ahora con las demás enfermedades o condiciones que requieren tratamientos urgentes? Un ejemplo dramático, pero no el único, es el de la tuberculosis, cuya incidencia pone al Perú en los primeros lugares en América Latina.

La informalidad laboral, en la que se desempeña la mayoría de nuestros trabajadores es también gran cómplice de nuestras deficiencias en la atención de salud: quien no trabaja, no gana ese día; por tanto, no hay tiempo para ir al médico ni dinero para tratamiento, ni, mucho menos, periodos de “lujoso descanso” para reponerse.

Pero este es un Gobierno para resolver esos problemas. Así sea.

¿Cuándo empezamos?


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