Congresistas se pronunciaron tras declaraciones del cardenal Pedro Barreto. (Foto: Agencia Andina)
Congresistas se pronunciaron tras declaraciones del cardenal Pedro Barreto. (Foto: Agencia Andina)

Para nadie es un secreto que en el Perú se llama partidos políticos a organizaciones cuya hueste se agrupa en torno a liderazgos presuntamente carismáticos, con el fin de presentarse a alguna contienda electoral.

Si bien la ley determina las condiciones para poder inscribirse como tales en el JNE, prácticamente ninguno de los actualmente existentes cuenta en verdad con una estructura, digamos, orgánica, con cuadros, jerarquías, instancias de discusión, mecanismos de democracia interna. En los partidos criollos de hoy es el líder, a veces con un petit comité que lo rodea, quien toma todas las decisiones, que el resto se limita a acatar. Listas y candidaturas se establecen según niveles de cercanía –amistad, negocios, sumisión, cuando no compra directa del puesto, como tantas veces se ha visto– con la cúpula dirigencial.

No era el caso desde luego del Apra con Haya de la Torre, del PPC con Luis Bedoya Reyes o de AP con Fernando Belaunde Terry, por mencionar tres ejemplos emblemáticos, cuyos indiscutibles liderazgos eran ejercidos, sin embargo, bajo cauces de organicidad, escalafones partidarios, elecciones internas –o cosa parecida– y diversas instancias de labor política o doctrinaria, donde no se excluía la disidencia.

Todo ello, por supuesto, sonará a chino en estos tiempos en que –como ciertas bancadas congresales evidenciaran vía WhatsApp– las lealtades partidarias se entienden como las entendía Vito Corleone.

Sin ir muy lejos, partidos que han gobernado el país en años recientes, como los de Humala o Toledo, pasaron a la zona fantasma sin que nadie lo lamente. Y el patético espectáculo que da en estos días el otrora partido de gobierno, Peruanos por el Kambio, descabezado desde la renuncia presidencial, fue precedido por la estampida en las filas de Fuerza Popular, apenas su lideresa cruzó, enmarrocada, el umbral de la carceleta de Palacio de Justicia.

Conviene no reírse tanto, pues no pocos analistas sostienen que es justamente la irrisoria calidad de la clase política lo que empuja y catapulta la aparición de los así llamados “antisistema”, y los tramposos paraísos que ofrecen.