Papelito no manda
Papelito no manda

Desde que las escrituras fueron sagradas, lo que estaba escrito era la verdad. Incluso en lo profano, la escritura siguió siendo sagrada. El comercio hizo que los contratos fuesen las nuevas escrituras. El dinero dejó de ser una moneda para convertirse en el impreso que más circula. Papelito manda, fue nuestra contribución. José Portillo, entonces jefe de la ONPE, la dijo para contestar que no había habido fraude. Las cédulas de sufragio estaban escritas a favor del ganador. Esa era la verdad.

El ‘Club de la Construcción’ se encomendó a esa religión. La plata para corromper iría de las empresas operativas a una empresa fantasma, como pago de servicios inexistentes. Luego, esa empresa neutralizaba la ganancia con gastos también inventados. Entonces, la coima fluía hacía cuentas secretas o se consumía en efectivo. Se sentían a salvo porque la verdad se creía escrita en contratos y facturas. Pero la verdad estaba en los hechos: ¿cómo una empresa podía prestar servicios si no tenía vehículos, ni equipos, ni trabajadores, ni experiencia, ni nada? De saber leer lo que está escrito, pasamos a saber leer lo que ha ocurrido.

Hasta ahora hemos sido especialistas en interpretar las leyes, en leerlas de distintas formas, porque creíamos que en alguna de ellas estaría la verdad. El cambio exige que nos preocupemos más bien en analizar los hechos desde todas las perspectivas, porque en esa mirada completa está la verdad.
Se dice fácil, pero ese cambio es una transformación profunda de mentalidad. Eso requiere sacrificios personales para aprender nuevos paradigmas, nuevas reglas y nuevas técnicas. Afecta a toda la cadena de producción del Derecho: legisladores, administradores, abogados, fiscales y jueces. Cambio en la enseñanza, en las actitudes y en la manera de pensar.
La reforma del sistema de justicia es difícil porque, más allá de capacidad y conocimiento, virtudes éticas, gerencia ejecutiva, simplificación de procesos y cultura digital, exige la revolución de conocer la verdad detrás de los hechos y no detrás de las palabras. Será inevitable.

En rigor, camino hacia la OCDE, hemos empezado a adoptar algunos nuevos criterios: las empresas son transparentes, porque se debe saber quién es el último beneficiario; los precios no son los que las partes fijan, sino los del mercado; las ganancias no se atribuyen como se quiera, sino en el lugar en que se generan; la ruta del dinero sirve para definir quién paga y quién cobra. Es un nuevo mundo, el de la verdad de los hechos.

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