Rosa Nina (izquierda) y Vicente Catacora (derecha) interpretan a Phaxsi y Willka en "Wiñaypacha".
Rosa Nina (izquierda) y Vicente Catacora (derecha) interpretan a Phaxsi y Willka en "Wiñaypacha".

No resulta una exageración ubicar a en el grupo de las cinco mejores películas peruanas de este milenio. El drama de Oscar Catacora irrumpió en el cine nacional en el año 2017 como un gran viento de primavera, trayendo –más allá del drama trágico que cuenta– un aire fresco de talento. Poco sabíamos hasta entonces del director puneño, que se estrenó con este conmovedor drama contado íntegramente en aimara. Ochenta y ocho minutos después queríamos saberlo todo de él, de su juventud, sus referentes, sus sueños.

Catacora murió el pasado viernes. Los misterios de la vida son tan antojadizos que su deceso ocurrió mientras realizaba un nuevo largometraje.

Y el mejor homenaje para un talento será siempre revisar su obra. Wiñaypacha es la pintura que nos ha dejado Catacora para la eternidad. Recientemente ingresada a la parrilla de Netflix, la cinta ya está disponible para verse en todo el mundo.

El drama de Willka y Phaxsi, además de contar una conmovedora historia sobre la soledad, es también un relato nuestro, de nuestra cultura y desidia. La pareja de ancianos que vive en la puna lucha por no caer en el olvido, aunque sabe que la miseria cruel que los embarga solo les ha preparado ese camino. Los diálogos preparados por Catacora –quien escribió el guion de la cinta en un perfecto aimara– son sumamente dolorosos y conmovedores. Desgarradores, por decir lo menos.

Y para mostrarnos la inmensidad de la soledad, Catacora hace gran uso de planos fijos, tomas abiertas de campos y casas frías de paja y piedra. Tanto de día y de noche se escucha el sonido del aire golpeado a más de cuatro mil metros de altura. Los protagonistas –Vicente Catacora, abuelo de Óscar y Rosa Nina, una mujer que nunca había visto una película– son los únicos seres que se mueven en este mundo que parece estar en pausa. Sus palabras solo le importan al otro. A nadie más.

Y las metáforas también están presentes. El fósforo, los sueños, los cerros, las piedras y el fuego. Catacora logra transmitir el duro mensaje sobre el abandono haciendo uso de estas herramientas que ponen en angustia al espectador. La pareja de ancianos, olvidada por su hijo, aún sueña con volverlo a ver algún día. ¿Es acaso una indirecta para el espectador? Y la crítica personal también escala a un nivel político y social. Wiñaypacha es también una cinta sobre el abandono del Estado a los ancianos y a las lenguas nativas.

Óscar Catacora se ha ido cuando aún tenía mucho por dar. Esta columna va dedicada a su legado, por habernos interpelado sobre nuestras culturas y lo que hacemos con ellas, por comprometernos con nuestro pasado. Por los millones de Willka y Phaxsi que aún nos están esperando.

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