Ronderos marcharon en junio usando machetes. (Capturas de video)
Ronderos marcharon en junio usando machetes. (Capturas de video)

Empiezo con el último episodio. Un periodista del diario más popular del país alienta a violentar al presidente de la República. Condenable sin ambigüedades, cuya sanción debería ser un verdadero escarmiento profesional. Pero la violencia, engendra violencia. Los peruanos lo deberíamos saber como experiencia histórica que se repite una y otra vez. Sendero empezó con ese argumento de lucha de clases, de peruanos urbanos malos vs. peruanos rurales buenos, y ya conocemos cómo se dibujó con sangre nuestra historia.

Venimos de una campaña electoral de lenguaje de odio, resentimiento, venganza. Pasar de la violencia verbal a la física solo es cuestión de tiempo. Amenazar con ronderos con cuchillos largos y látigos paseando en las calles de Lima, hacerse los “suecos” cuando impresentables de la derecha extrema, que se autodefinen como la “Resistencia”, acosan y amenazan a ciudadanos que piensan distinto; apelar en plazas y redes a las bajas pasiones, escuchar a la vicepresidenta Dina Boluarte hablar despectivamente de los “miraflorinos”, como antes lo hizo la inefable Eliane Karp, apelar a que todo mal en el Perú es por culpa de la malvada Lima, ser testigos una y otra vez de la victimización regional porque la capital no los mira en lugar de buscar caminos que nos conecten, que nos comuniquen como peruanos como un todo, solo va a seguir conduciéndonos a la autodestrucción y a la locura.

Es tiempo que los líderes (que hasta ahora no aparecen) en lugar de dividir busquen respuestas para convocar, para conectar a los millones de compatriotas luchadores que están cansados de verborrea violenta y que lo que quieren son liderazgos que se eleven, buscando el bien de todos los peruanos, de aquí y de allá, sin importar razas, credos, estatus social, con sus diferencias culturales, con sus necesidades diferenciadas.

Quienes estén leyendo esta columna pensarán que peco de ingenua, quizá, pero aspiro a una sociedad más allá de ideologías que solo polarizan, que sea de todas las sangre y orígenes, que sea conducida por personas de bien, sin complejos, decentes, incorruptibles que nos incluya a todos en las oportunidades que debiéramos tener todos los peruanos, sin exclusión y sin mezquindades.

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