(Foto: Jorge Cerdán / @photo.gec)
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El presidente Pedro Castillo dijo en Cajamarca que su “gobierno se comprará el pleito para recuperar el gas de Camisea”. No dijo qué significa, ni cómo lo va a hacer. Al día siguiente quiso poner paños fríos y aseguró que, en su viaje a Estados Unidos, invitará a todas las empresas a invertir en el Perú enfatizando que no expropiará nada.

Pedro Castillo tuvo una brillante oportunidad de comprarse otro pleito que perdió: el mostrarse contundente sobre la necesidad de incinerar los restos del peor genocida de todos los tiempos de nuestra historia, Abimael Guzmán, apelando al bien superior de la nación, de no fomentar un ‘peregrinaje’ pro senderista y por respeto a la memoria de las 32 mil víctimas (cifra de muertes directamente atribuidas al grupo terrorista) que fueron asesinadas por Sendero Luminoso durante dos décadas.

Castillo optó por ponerse de costado en la discusión nacional, y sus voceros, en distintos tonos, indicaron que solo la Fiscalía debía decidir. Urgidos ante la reacción de indignación que provocó la petición de la sentenciada Elena Iparraguirre y otra de sus huestes, de que le devuelvan el cuerpo, la Fiscal de la Nación envió una iniciativa al Congreso para resolver el tema.

Hoy se cumplen seis días de estancia de los restos de ABR en la morgue del Callao. Las (in)decisiones del gobernante, la poca claridad en temas importantes de coyuntura económica, social, política, la nula disposición a responder preguntas de los reporteros y de la prensa en general, el presunto pago de favores partidarios con puestos clave dentro de las instancias de la administración pública, muestran falta clara de liderazgo, o en el peor de los casos, una estrategia gelatinosa con fines ocultos.

La dilatación de la decisión oficial en el caso BCR, cuyo presidente debió ser ratificado con un directorio coherente que dé un mensaje claro de estabilidad para dentro y para fuera, evidencia falta de coraje gubernamental para hacer lo necesario en una institución que requiere la mayor independencia, como hasta ahora, y que de no acertar por no comprarse el verdadero pleito, traerá consecuencias muy negativas. Lo que debe hacer, señor presidente, es comprarse el pleito del país, no solo de sus partidarios.