Marcha por la paz en Huancayo. (Foto: archivo)
Marcha por la paz en Huancayo. (Foto: archivo)

Hemos contemplado, en el marco del declive de la democracia como fenómeno global, cómo el Perú lideraba ese descontento en la región. ¿Era previsible que la protesta desencadenara actos de violencia que desnaturalicen y agraven el descontento con el sistema político?

La encuesta de Ipsos (diciembre de 2022) The system is broken (El sistema está roto) muestra que Perú se encuentra en las primeras posiciones entre quienes perciben que la economía está amañada para beneficiar a los poderosos, que los políticos no se interesan en la gente como ellos o que los expertos no entienden sus vidas. Incluso hay más gente que cree que se necesita un líder fuerte dispuesto a quebrar las reglas que quienes rechazan tal afirmación. Otra encuesta (Ipsos, diciembre de 2022) coloca al Perú encabezando la percepción de que el país va en una dirección incorrecta. De un promedio global de 62%, en el Perú la percepción llega al 89%.

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El Índice de Democracia elaborado por The Economist Intelligence Unit de 2022 calificó la democracia peruana como imperfecta o defectuosa. Por su parte, en el reporte del Barómetro de las Américas de 2021, Perú ocupa el antepenúltimo lugar respecto del apoyo a la democracia como forma de gobierno y el penúltimo en cuanto a la satisfacción con el funcionamiento de la democracia. El resultado de la confianza interpersonal (Ipsos, marzo de 2022) muestra al Perú entre los peores resultados con un porcentaje poco mayor a la mitad del promedio.

A ello se añaden los problemas de representación política que se manifiestan en la fragmentación. Las protestas evidencian que la fragmentación no es solo política, sino también social. Ponernos de acuerdo atraviesa por rechazar la violencia como camino para lograr algún bien.

¿Qué hacer? Lo más grave es que parecen no existir puentes de diálogo ni actores dispuestos a dejar sus posiciones para encontrar una salida a la crisis actual. No tengo dudas de que la encontraremos, pues el costo de no hacerlo afecta a la mayoría de los peruanos. Hay una agenda pendiente de políticas públicas y reformas que debemos abordar, pero, si no somos capaces de escucharnos, será más difícil construirla en un clima de paz. El diálogo involucra a actores del gobierno e instituciones públicas y privadas, así como a los partidos políticos. Como señala Przeworski, las elecciones democráticas procesan de manera pacífica los conflictos cuando los partidos políticos logran estructurarlos y canalizarlos; difícilmente lo harán en sociedades con profundas divisiones.

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