A diario vemos estos incidentes en las noticias; y al lado: delirantes propuestas que, por suerte, a comienzos de este mes, han sido sepultadas, prohibiendo definitivamente el matrimonio infantil en el Per, señala la columnista. (Foto referencial: Archivo GEC)
A diario vemos estos incidentes en las noticias; y al lado: delirantes propuestas que, por suerte, a comienzos de este mes, han sido sepultadas, prohibiendo definitivamente el matrimonio infantil en el Per, señala la columnista. (Foto referencial: Archivo GEC)

Uno de los temas más difíciles sobre los cuales hablar es el de la violencia sexual que sufren los niños. Y quizás sea esa, justamente, la ventaja que tienen los perpetradores. Se suele pensar que estos actos son eventos aislados, fortuitos, cometidos por delincuentes ajenos al entorno del niño, una idea que no hace, sino volver prácticamente intangible al agresor, y más aún la posibilidad de prevenir que estos hechos se repitan. Sin embargo, si atendemos a las cifras, veremos que se trata de un fenómeno diametralmente distinto.

En el Perú, de acuerdo a la información recogida durante los últimos años por UNICEF –organización que este mes impulsa la campaña #QuitémonosLaVenda–, el 46% de las niñas, niños y adolescentes agredidos sexualmente que reportaron estos episodios ya los habían sufrido en más de una ocasión; y peor incluso: pues de este último grupo, ocho de cada diez reportaron que esas agresiones eran recurrentes. Asimismo, solo en el 7% de los casos el agresor era un desconocido, mientras que en el 47 % de ellos se trataba de un familiar [1].

También en las escuelas, aquellos espacios de educación donde uno esperaría que los niños puedan aprender, estudiar y socializar libres de peligro, el abuso no cesa. Las cifras más recientes de la plataforma SISEVE del Ministerio de Educación demuestran que 17 de cada 100 casos de violencia escolar reportados corresponden a violencia sexual, y que en el 70 % de ellos el agresor es parte del personal de la escuela [2].

Pareciera que los niños de nuestro país se encuentran más desprotegidos que nunca, víctimas de nuestra negligencia, nuestra ceguera e incluso la necedad de no querer ver. Embarazos infantiles y adolescentes, problemas de salud mental y física, ausentismo escolar… A diario vemos estos incidentes en las noticias; y al lado: delirantes propuestas que, por suerte, a comienzos de este mes, han sido sepultadas, prohibiendo definitivamente el matrimonio infantil en el Perú.

Un gran paso, por supuesto. Pero insuficiente aún.

Mientras sigamos sumergidos en mitos que nos alejan de la realidad, será difícil que encaucemos nuestros esfuerzos hacia un cambio que ampare a nuestras niñas y niños. ¿Cuántos de nosotros somos conscientes de que casi el 70% de casos de violencia sexual contra la población femenina tiene como víctimas a menores de edad, según las cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables? [3] ¿Cuántos de nosotros somos capaces de aceptar que en el 19% de casos el perpetrador es el padre, y en el 25%, el padrastro? [4] ¿Cómo estas cifras reconfiguran lo que solemos entender por violencia sexual infantil?

Lo dije al principio: se trata de uno de los temas más difíciles sobre los cuales hablar. Pero conocer esta información será lo único que nos devuelva nuestra capacidad de indignación. Solo así lograremos comprometernos a garantizar que de aquí en adelante no haya más impunidad para los agresores, sean quienes sean. Tomemos acción. Ya es hora.

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