(Foto: Jorge Cerdán/GEC)
(Foto: Jorge Cerdán/GEC)

Martin Luther King Jr. nos decía que, así como la oscuridad no puede eliminar la oscuridad, el odio tampoco puede eliminar el odio. Que, así como solamente la luz puede eliminar la oscuridad, solamente el amor puede eliminar el odio. Sucede lo mismo con la pobreza: la pobreza no puede eliminar la pobreza, solamente la creación de riqueza puede eliminar la pobreza.

Para llegar a ser un país rico, aunque resulte obvio, lo que necesitamos es ser capaces de crear riqueza más rápidamente de lo que crecemos como población. Para llegar a ser un país rico, necesitamos mantener un crecimiento económico fuerte y sostenido. El crecimiento reduce la pobreza e incrementa el bienestar porque genera más empleos y oportunidades para que más familias salgan adelante. El crecimiento económico es inequívocamente el arma más poderosa en la lucha contra la pobreza. Los estimados globales muestran que por cada incremento de un décimo en el ingreso nacional la pobreza se reduce entre un quinto y un tercio. Por otro lado, dejar de crecer, al contrario, crea espirales descendentes de las que es dificilísimo salir sin ajustes significativos.

Aunque el crecimiento fuerte y sostenido es el factor individual más importante y una condición absolutamente necesaria para reducir la pobreza, no todas las formas de crecimiento son igualmente efectivas en reducirla. El reto de la política económica es lograr el mayor crecimiento y al mismo tiempo la mayor inclusión. Para alcanzar esta forma de crecimiento, es necesario contar con seguridad jurídica, mercados competitivos, un Estado capaz, eficiente y honesto, y eliminar toda forma de discriminación. Para superar este reto es muy importante también que la inversión pública siga criterios de inclusión.

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Asimismo, para reducir la pobreza es especialmente crítico cuidarnos de políticas que generan desconfianza o inestabilidad, políticas como las de controles de precios o afectaciones a las libertades o a la democracia. Debemos, en otras palabras, cuidarnos del populismo que en nuestra historia y en toda la evidencia global muestra que solo tiene efectos negativos sobre el crecimiento económico y, por lo tanto, solo nos puede llevar a más pobreza en un país más pobre.

La crisis que estamos atravesando demanda priorizar la reactivación. Reactivar requiere luchar contra la pandemia con el máximo de nuestras capacidades y, al mismo tiempo, gestionar la política económica de tal forma de crear la confianza necesaria para reactivar la inversión privada, generar empleos de calidad y sentar las bases para el tipo de crecimiento que necesitamos para luchar más efectivamente contra la pobreza.

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