(Foto: @photo.gec)
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Al Estado se llega a servir. Servir mejor implica que las consideraciones de idoneidad de los servidores públicos deben quedar al centro de las políticas de Estado porque así se preserva mejor el valor de todo el acervo de conocimiento acumulado durante décadas, se consolida mejor la memoria y se protegen mejor los avances y las capacidades esenciales de nuestras instituciones y se evita cometer o multiplicar errores de gestión elementales ya superados. El objetivo de la función pública es servir cada vez mejor.

Un buen gobierno implica líderes honestos y capaces. Capaces de entender, interpretar y expresar las demandas de la ciudadanía y de aglutinar esfuerzos en torno de una visión de futuro compartida. Un buen gobierno requiere líderes completamente alejados de cualquier tipo de deshonestidad, capaces de movilizar voluntades en un rumbo definido, de retener y de convocar equipos moralmente idóneos con competencias complementarias, tanto políticas como técnicas y gerenciales.

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La causa principal de la crisis de gobernabilidad que vivimos no parece estar en reclamos sobre tasas impositivas, ni en los sueldos de los funcionarios y menos aún en posibles asambleas. La causa principal, con mucha claridad, está en la destrucción de valor originada en la ausencia de idoneidad que hoy se ha hecho innecesariamente frecuente en el aparato del Estado. Esta ausencia de idoneidad perturba muy negativamente el bienestar de los peruanos, que vemos afectada la atención de nuestras necesidades más básicas, que nos sentimos mal representados y directamente agraviados por la ineptitud o la indolencia de los funcionarios públicos que manejan los asuntos cruciales para la ciudadanía.

Como nos dice el profesor Ricardo Gareca, que nos ha leído muy bien: “El pueblo peruano es un pueblo maravilloso que lo único que quiere es trabajar, que le den la posibilidad de trabajar, que le den la posibilidad de crecer”. Es decir, lo que realmente se reclama es trabajo y crecimiento. Un Estado que genere confianza, estabilidad, que fomente el crecimiento, la inclusión, la generación de empleos de calidad y la reducción de la pobreza. Un Estado competente y honesto que provea de mejor educación, salud, seguridad y justicia, y que el sector privado genere más y mejores empleos. Es decir, lo que realmente se demanda es que se llegue al Estado a servir, con idoneidad y capacidad técnica, a todos los ciudadanos.

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