(Foto: GEC Archivo Histórico)
(Foto: GEC Archivo Histórico)

El 28 de agosto es un día importante para Tacna y el Perú; este último fue infame y doloroso. Las máximas autoridades locales y nacionales lo permitieron o promovieron. No debe repetirse,  no podemos aceptarlo en silencio.

Que se exijan cuentas; los funcionarios tienen responsabilidad administrativa en virtud del artículo 31 de la Ley 28296, Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación.

En 50 años de cautiverio producto de la guerra, todo símbolo de patriotismo estuvo prohibido en Tacna, las mujeres enseñaron en secreto el himno y el amor al Perú.

En 1901 se permitió un acto en silencio que se convirtió en una tradición: la procesión de la bandera. Con todo respeto al país vecino, era un saludo de amor y no ese saludo, obligado, a la bandera chilena, sin sentido de patria para nosotros.

Vi caminar a mi hija debajo de la bandera para mantenerla extendida y que el peso de las buganvilias que recibe a su paso no lo impidan. Me permitieron cargar la bandera por ser mujer y tacneña. Por lo mismo, hoy tengo el deber de exigir respeto: al Perú, a Tacna, a los símbolos nacionales, que son un aliento misterioso para el alma colectiva, como nos enseñó Basadre.

Montaron una falsa y espontánea procesión. La que correspondía se canceló por el COVID. Esta farsa ignoró 92 años de historia, siendo reivindicada por los ronderos como la primera vez que tacneños descendientes de aymaras lupacas hacen suya la festividad, señalando que no es gratuito, que se debe a la victoria de Castillo y al acto de Bellido en el Congreso. Anuncian la revolución cultural, porque el cambio de los sistemas simbólicos constituye una forma de cambiar el país. Desde mi perspectiva, de destruirlo.

El presidente los recibe desde un balcón con un discurso de campaña frente a un baño de popularidad con símbolos del lápiz al mismo tiempo que se observa pasar una bandera encima de las camionetas, frente a la frustración y el desconcierto de todos.

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Buscan enfrentar al 70% de la población migrante que vive en Tacna y se integra hace años, buscan que se culpe a esa migración para volver con su lamento de discriminación y continuar dividiendo a los pueblos. Qué poca vergüenza, qué ruin.

Olvidan que la interculturalidad es sinónimo de empatía y respeto. No la usen para dividir al país.

La procesión de la bandera es una tradición, un símbolo de patriotismo, el dolor de la ocupación y la valentía de la mujer tacneña con su ejemplo de sentido de pertenencia.

No pudieron 50 años de cautiverio, no podrán sus mezquindades y miserias.

Qué viva Tacna.

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