(Foto: Adrián Zorrilla/@photo.gec)
(Foto: Adrián Zorrilla/@photo.gec)

¡Orden!, ¡paremos a los revoltosos!, ¡impongan la ley! Eso es lo que se demanda a la autoridad cuando un conflicto escala tanto que la indiferencia no funciona más.

Violencia, carreteras tomadas, confusión y hasta la muerte al intentar escapar del orden en la búsqueda de hacer escuchar un reclamo o de imponer el orden frente a la urgencia de controlar la situación. De inmediato, desde ambos lados se buscará a quien culpar o, sumidos en la mediocridad, aprovechar o capitalizar en medio del pánico. Siempre algún vándalo infiltrado que enardece y gana de la ira y destrucción que el mismo genera.

Y dentro de ese caos se deja de ver lo más importante: el mensaje detrás de un conflicto. Esa es la manera superficial como en el país los enfrentamos. Es hora de buscar y entender las causas, el origen y no caer permanentemente en soluciones temporales para un problema que incomoda y rompe la aparente calma.

Primero lo ignoramos. Cartas y pedidos, demandas que no se entienden y en consecuencia no se atienden. Después, constantes cambios de operador que casi siempre empiezan de cero, más la indiferencia de un Estado y de quien sin escuchar, sin conocer y sin entender, juzga, califica, estigmatiza, dividiéndonos. Entonces, frente a lo injusto la desesperación crece, se adormece, se asimila, se sufre. ¿Aprobamos la violencia? Por supuesto que no, pero hay que entender que un conflicto no empieza en la calle.

Este es el recurso del que agotó los medios de diálogo porque no hay con quien dialogar que pueda resolver, atender, encausar. La consecuencia: si se escucha al que grita más, entonces gritaremos todos. Si se reacciona frente al más sangriento, entonces sangraremos todos.

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Vamos a detenernos y pensar cómo salir del círculo perverso en el que estamos. El avestruz no funciona.

Un conflicto es una pequeña muestra de lo que siente nuestro país, necesidades urgentes, crisis de representación, interlocutores incapaces de garantizar que los problemas serán escuchados y atendidos.

¿Cuál es el mensaje detrás de un conflicto? La urgente necesidad de entender el porqué se origina, cuándo empezó, adelantarse a lo evidente y no reaccionar siempre tarde, siempre (o casi siempre) mal, sellando y congelando el problema con mesas de diálogo y promesas que no se cumplen (o casi nunca).

La clave es la actitud del que escucha. Mostrar respeto al que demanda para recuperar poco a poco la confianza. Escuchar para construir, escuchar para entender, escuchar para solucionar, escuchar para sumar.

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