(Foto: Miguel Bellido / Archivo El Comercio)
(Foto: Miguel Bellido / Archivo El Comercio)

Cada día, los limeños nos despertamos y respiramos veneno. Cada día, aspiramos partículas que penetran en nuestros pulmones y se asientan en ellos, quedándose en ellos y robándonos un tiempo en nuestras vidas. Cada día, expiramos dióxido de carbono junto a impurezas que, en buena hora, no se quedaron dentro de nosotros. Y no nos damos cuenta. Pero, ¿es acaso que no terminamos de darnos cuenta de que las alergias permanentes, el fastidio en los ojos y la carraspera constante no son normales? ¿Algún día entenderemos que el asma infantil y la respiración pesada no nos pertenecen? ¿Pronto reconoceremos que los puños de camisas manchados y los cuellos teñidos de negro no son por descuido, sino por acumulación? ¿Alguna vez podremos dejar de pasar la escoba o el trapo por encima de la mesa sin que se impregne de ese polvo constante y cuasi permanente?

No es normal que nuestra ciudad viva sumergida en el polvo, nuestras uñas llenas de mugre, el hollín ensuciándolo todo: paredes, postes, bordes de ventanas y a nosotros mismos. No es normal que ese polvillo negro que en todo se posa lleve consigo una sentencia de muerte. Siete millones de personas mueren cada año debido a la contaminación del aire, de acuerdo al PNUD. En Lima, casi cinco años de vida se nos escapan de las manos sin que hagamos más que respirar. Y no nos damos cuenta.

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En Lima nos hemos cansado de quejarnos por la ladrillera que ensucia todo, por la carpintería que llena todo de aserrín, por el humo de las fábricas y por el humo negruzco de los camiones y buses que aún circulan por nuestras calles. Nos quejamos pero nos hemos acostumbrado. No sabemos que ese polvillo microscópico nos mata poco a poco. No nos damos cuenta. Pero tampoco nos damos cuenta de que el principal problema está en el parque automotor, del cual el 66% se encuentra en Lima y Callao, y produce el 85% de la contaminación del aire. Sin embargo, buses y camiones son solo una fracción frente a los autos privados.

Lima se ubica en el puesto 20 en el mundo de las ciudades con mayor presencia de material particulado en el aire. Según nuestras encuestas de Lima Cómo Vamos, el 59% de la población de Lima están insatisfechas con la calidad del aire. A su vez, el 50% de las personas están insatisfechas con las áreas verdes y la cantidad de árboles. La solución no solo es mejorar la fiscalización de las fuentes de emisiones; tampoco es solo renovar el parque automotor.

Lo importante es transformar nuestra manera de movernos, apostar por sistemas de transporte de energías limpias y renovables, promover que los viajes cortos se hagan en bicicleta y caminando, dejando de lado absurdas sanciones que ni podrán fiscalizar. Diseñar la ciudad para que las viviendas queden cerca de los empleos promoviendo una densidad equilibrada con el territorio… esto ya lo sabemos, solo que la mayoría no quiere darse cuenta.

Lea todos los domingos a: Mariana Alegre

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