(Foto: MML)
(Foto: MML)

Resulta increíble que en estos tiempos en los que el cambio climático ya no es solo una amenaza sino que supone afectaciones serias y concretas a la supervivencia de la humanidad, aún se planteen proyectos que atentan directamente contra la naturaleza. Este es el caso del absurdo proyecto “Renovación de vereda y adquisición de mobiliario urbano” en la avenida Balta, en Chiclayo, que ha generado la protesta de vecinos y colectivos ciudadanos.

Por supuesto, es deseable que los espacios públicos sean debidamente mantenidos y cuidados para evitar su deterioro. Lo que no se entiende es que se considere normal que árboles sanos puedan ser retirados o removidos. El valor ecosistémico de los árboles en la ciudad es inconmensurable. No se trata solamente del aporte ambiental que se ve reflejado en la absorción del CO2 o el hecho de que son árboles que ofrecen abrigo a muchas especies de aves como tordos, sino también el valor social que generan, ya que la sombra que proyectan permite que vecinos y vecinas que transitan por las calles puedan disfrutarla.

Por esto sorprende la amenaza que un proyecto de esta naturaleza genera en 42 árboles. Cabe aclarar que no se trata de arbustos o pequeños árboles –que también son importantes– sino de especies que tienen décadas en esas calles, por lo cual resulta aún más absurda la idea de retirarlos. Además, de acuerdo con representantes de colectivos ciudadanos, el proyecto no contaría con estudio de impacto ambiental ni con el visto bueno de Cultura ni de la propia oficina ambiental de la municipalidad. ¡Una vergüenza!

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Salvo que nos encontremos frente a un árbol enfermo o que, por el tipo de obra, sea absolutamente necesario retirarlo, no podemos permitirnos perder árboles. Los proyectos urbanos deben integrar y proteger la flora urbana y garantizar que las intervenciones sean coherentes con la protección que la flora urbana requiere.

Otro problema es que muchas veces las autoridades mantienen visiones antiguas para hacer ciudad. Privilegian las áreas verdes contemplativas antes que las que pueden ser usadas libremente; monitorean los usos que los ciudadanos hacen de las áreas públicas en lugar de dejarles ser libres; y eligen especies de plantas de estación, en vez de especies nativas y apropiadas al entorno. Por supuesto que es posible renovar una calle protegiendo las especies de árboles existentes. Otra cosa es que los alcaldes no quieran hacerlo.

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