(Foto: Julio Reaño/@photo.gec)
(Foto: Julio Reaño/@photo.gec)

La nueva norma que disminuye las velocidades a las que pueden manejar los conductores en algunos tipos de vías ha puesto furiosos a muchos propietarios de vehículos motorizados. Las quejas, por supuesto, no se hicieron esperar ni tampoco las burlas y reclamos en redes sociales. “Pero si yo usualmente voy a 10 km por hora”, escribía alguien a modo de queja en redes. Aunque corto en sarcasmo, este comentario recoge una realidad: el tráfico insufrible que diariamente se vive es absurdo. Y nadie merece estar atascado en el atracón cada día.

Entonces, una norma de reducción de velocidades es una tontería, ¿no? Pues, en realidad, no. La velocidad es el factor principal en la muerte de personas en los siniestros viales. Además, está comprobado que el incremento en la velocidad determina la gravedad de las consecuencias de los choques y atropellos. Por ejemplo, una colisión frontal entre dos vehículos que van a 30 km por hora es como si las personas hubieran caído de un segundo piso, mientras que ese mismo siniestro a 70 km por hora tendría el efecto de una caída de un séptimo piso. La velocidad mata, ese es un hecho. Además, en los tiempos de vacaciones escolares, son más los siniestros que tienen como víctimas mortales o heridos de gravedad a niños y niñas.

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Igual, no sorprende que la molestia de los conductores sea por los fastidios que les causa una reducción de velocidad y que la variable “salvar vidas” no sea tanto de su interés. Sin embargo, esto no es porque los conductores sean egoístas o poco empáticos, sino porque el estrés de los choferes está tan elevado que la irracionalidad los toma por completo. Lo absurdo es que el caos diario no permite ver más allá de lo evidente y se quedan en la queja por la velocidad. Y es que lo que aún no entienden los conductores es que lo que deben pedir es fluidez, pues lo que necesitan es llegar a tiempo, no llegar más rápido. Y se logra fluidez cuando nuestras vías se diseñan bien y el sistema de tránsito y transporte se organiza para atender a sus usuarios y no para complicarnos más la vida.

Así que, aunque la reducción de velocidad determinada por el gobierno es una buena idea y cumple una función social importante, son comprensibles la resistencia y oposición de los conductores, por lo que resulta clave atender también a los problemas que generan la mala gestión de los flujos viales. El día en que nos demos cuenta de que un buen sistema de transporte público y una gestión vial apropiada nos va a beneficiar a todos, ese día podremos trabajar en mejorar nuestra movilidad.

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