(Getty)
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Para Federico Salazar, según su reciente columna dominguera, la paridad de género es un cuento: una manipulación que busca convencer a los demás de que una mayor presencia de mujeres en cargos públicos reducirá automáticamente el número de feminicidios y la violencia contra la mujer. Pero cualquiera que haya escuchado realmente a quienes piden paridad sabe que de eso no va.

¿Cómo alguien que se presenta a sí mismo como un liberal puro puede decir que la paridad en el acceso a cargos públicos es una transgresión a la igualdad ante la ley y a la meritocracia? Un principio básico para la competencia justa son las condiciones de igualdad en el acceso. Si no hay un mismo punto de partida, ¿cómo puede haber real competencia capaz de generar eficiencia y asegurar el mejor talento?

Lo ideal es que las cuotas para cargos públicos no sean necesarias, pero la triste verdad es que en el Perú de 2019 lo son: solo 36 de 130 congresistas son mujeres y no hay ni una mujer gobernadora en todo el país. No es que no existan mujeres capaces, es que el sistema machista en el que vivimos les pone infinitas más trabas que a los hombres para llegar al mismo lugar.

El ímpetu suele vencer a los autodenominados liberales peruanos. Escriben sin considerar la situación de privilegio que los llevó hasta donde están, como si todos partiesen desde el mismo punto y con las mismas posibilidades. Exigen competencia sin restricciones, pero están aterrados de la competencia en igualdad de condiciones.

El equilibro meritocrático en el Perú es injusto porque arrastramos siglos de desigualdad. El rol del Estado es romper esa situación con cambios progresivos en distintas esferas, como en la educación y, mientras tanto, con cuotas que brinden igualdad. Eso no es una “ayudadita”, sino lo justo.

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