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La negociación vía amenaza
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Una semana intensa: el día en que se recuerda la expropiación de tierras de parte de la dictadura militar, Vizcarra amenaza con expropiar las clínicas si no se llega a un acuerdo de precios para atender pacientes con COVID-19. Quizás no reparó en el día, ni le recordaron que las clínicas no pueden proveer ni el 10% de las atenciones o que ya se había llegado a un acuerdo y se despidió a quien lo hizo.
Los acontecimientos muestran la misma fórmula que se utilizó para cerrar el Congreso: primero, escoger el “blanco”; segundo, aprovechar su desprestigio para hundirlo aún más ante la opinión pública que haría de caja de resonancia, aumentando el rechazo contra el “blanco” elegido. Luego se desliza una solución, vía amenaza. Finalmente, la estocada que será aplaudida por la población. Hoy, a diferencia de los antiguos programas de concurso en los que al ganador se le elegía según la intensidad del aplauso del público, hay encuestas que dan rápidamente el resultado, así que se juega para ellas.
Hasta ahora ha habido predictibilidad en la forma como el Gobierno presiona. Las batallas ganadas y aplaudidas envalentonan; pero llega el momento en que la amenaza no se puede cumplir y podríamos terminar con señales confusas que, como en la canción Pedro Navaja, nos lleven a resultados que dañan a todos. Por eso, si queremos mantener libertades y no perder más, el llamado al diálogo es para ambos lados. Si se quiere invitar a negociar, llegando con “las manos (…) en los bolsillos de su gabán, pa’ que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal”, recordemos que, de la otra parte, se puede, por error, usar el revolver “que iba a guardarlo (…) pa’ que no estorbe”.
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