Los vaivenes del Ejecutivo para transparentar la ratificación de Julio Velarde en el BCRP, las continuas contradicciones entre los ministros por la inminente censura a Maraví, la cantaleta de la Asamblea Constituyente y el sepulcral silencio del presidente Castillo han generado una crisis de confianza de la cual será muy difícil salir.
Sin duda alguna, esto impactará en toda la economía y, en consecuencia, en nuestros bolsillos y en nuestro poder adquisitivo. Lamentablemente, si el rumbo por el cual va el país no cambia, más temprano que tarde se iniciará una diáspora de empresas peruanas hacia países vecinos más prudentes y con hambre de inversión privada.
El problema de fondo es que hoy nos gobierna una amalgama de oportunistas e improvisados que pretenden imponer la visión programática del partido Perú Libre –y de Cerrón– a todo el país, atropellando a ese 74% de peruanos que se consideran de centro o de derecha (IEP), y que le repugnan las ideas de la izquierda más radical.
Lo peor es que sabemos lo que se viene (insistentes cuestiones de confianza hasta que se logre cerrar el Congreso) y lo más triste es que no podemos hacer nada, tan solo esperar que los congresistas tengan la capacidad de coordinar una pronta vacancia, que logre expectorar al perulibrismo que pretende parasitar al país.
Entre la oposición con sed vacadora (FP, RP y Avanza País) y los negociadores que buscarán su beneficio hasta el final (Acción Popular, APP y PP), con suerte, se pueden juntar 79 votos. El destino del país recae en manos del Somos Perú de Vizcarra y Salaverry y del recién salvado Partido Morado, quienes acumulan los ocho votos que faltan.