“En apenas dos semanas, la poca credibilidad que llegó a construir Pedro Francke, actual ministro de Economía, frente a los mercados e inversionistas se evaporó”. (Foto: MEF)
“En apenas dos semanas, la poca credibilidad que llegó a construir Pedro Francke, actual ministro de Economía, frente a los mercados e inversionistas se evaporó”. (Foto: MEF)

En apenas dos semanas, la poca credibilidad que llegó a construir Pedro Francke, actual ministro de Economía, frente a los mercados e inversionistas se evaporó por dos razones: por sus desafortunados comentarios y por la forma de actuar de la cartera que dirige.

En primer lugar, por anunciar una reforma tributaria agresiva para subir impuestos, una semana después de haber afirmado que “ni siquiera la había considerado”, la cual justificó con un tufillo de envidia y resentimiento al decir que, a su juicio, quienes le “hincan el hígado” por manejar unos carrazos pueden pagar más.

El problema no solo es la contradicción en la que cae el mismo Francke, producto de su propia medianía, sino el efecto negativo que generará esa reforma al recargar a una acotada base de contribuyentes formales que intentan recuperarse después de que el país viva dos años de la peor recesión de las últimas décadas.

En segundo lugar, porque el MEF empezó a delegarse a sí mismo, de forma inconstitucional, poderes para subir impuestos, como, por ejemplo, el decreto supremo que busca modificar el ISC que grava distintos bienes, como los cigarros, los vehículos, etc. Esta forma de actuar, sin que el Congreso haya otorgado facultades legislativas en materia tributaria, evidencia el claro perfil confiscatorio del Ejecutivo.

Lamentablemente, priorizar la redistribución de una ‘torta’ muy golpeada por la crisis que generó la pandemia, en lugar de enfocarse en hacerla crecer, solo puede generar más informalidad, menos inversión y menos empleo. En definitiva, el siguiente año no seremos un país más próspero.