"Con este rechazo tan grande debería sorprender que las movilizaciones del 19 de julio hayan sido tan pobres". (Foto: Julio Reaño/@Photo.gec)
"Con este rechazo tan grande debería sorprender que las movilizaciones del 19 de julio hayan sido tan pobres". (Foto: Julio Reaño/@Photo.gec)

Las encuestas muestran que más del 80% rechaza al Gobierno y al Congreso. Con este rechazo tan grande debería sorprender que las del 19 de julio hayan sido tan pobres.

La verdad es que la poca participación no nos debe sorprender, pero tampoco dejarnos tranquilos. La mayoría de peruanos está pasando por momentos difíciles. La inflación ha afectado la capacidad de gasto de las familias; se ha agravado la insuficiencia alimentaria y el hambre. La inseguridad es el mayor reclamo. La informalidad laboral supera el 75%. Los mercados están deprimidos.

Hoy no estamos interesados en salir a reclamar para que se cambie la Constitución, o se vaya el Congreso y el Gobierno. Eso solo agrega más inseguridad social, laboral y económica y es claro que las personas lo entienden así. Cuando los peruanos (no politizados) expresan que quieren esos cambios es por la frustración y sensación de abandono que tienen. Sentimientos producidos por el Estado incompetente, corrupto e ineficaz que nos rodea.

El verdadero reclamo que viene del fondo de las emociones es que se acabe este Estado indolente y corrupto. Que todos nuestros hijos tengan buena educación. Que haya seguridad ciudadana. Que se acabe la corrupción. Que el sistema de salud funcione. Que no haya anemia ni tuberculosis. Que tengamos trabajo formal y facilidad para emprender. Tomemos conciencia que desde el sector privado podemos impulsar mejoras para que estas expectativas se cumplan y podamos vivir y crecer en un Perú próspero para todos.

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