(Foto: Luka GONZALES / AFP)
(Foto: Luka GONZALES / AFP)

En días pasados nos enteramos por los medios de que la congresista por Tacna Nieves Limachi Quispe, exPerú Libre y ahora en la bancada Perú Democrático, amadrinó el trámite de presentación en la PCM de la propuesta ciudadana de “cambio de forma y color de la bandera del Perú”.

Siguiendo su trámite regular, técnicamente dicho petitorio acaba de ser declarado improcedente por la Dirección General de Educación y Doctrina del Mindef.

En rigor, dicha idea de cambio no resiste análisis alguno frente a los hechos y sucesos históricos expresados en el significado de nuestra bandera roja y blanca y su trascendencia y repercusiones afectivas en la vida nacional.

La bandera roja y blanca que heredamos desde los albores de la República en 1821 con San Martín sufrió en Tacna una interrupción de ondear al viento cuando el 26 de mayo de 1880 se perdió en la Batalla del Alto de la Alianza, más propiamente la Batalla de Tacna, contra el invasor chileno, lo que fue el comienzo del fin de Tacna bajo la heredad peruana que a los pocos días cumplió hasta quemar el último cartucho en la Epopeya del Morro, en Arica, el 7 de junio de 1880, a sabiendas de que Bolognesi y un puñado de valientes morirían y se cubrirían de gloria en defensa de la patria y su bandera bicolor.

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En la población, bajo el yugo de la ocupación político-militar del belicoso vecino del sur, obviamente reinaba la tristeza y el llanto contenido por las pérdidas dolorosas de padres, hijos y hermanos que ofrendaron su vida por el terruño; y las señoras en sus casas, no cabe duda, guardaron sendas banderas del Perú con la esperanza del retorno al seno patrio.

Y cada celebración del 28 de julio se sabe que rendían silente culto a su bandera rojiblanca con añoranza de la patria grande y lejana. Aquella patria de sus mayores. De los que lucharon en Ayacucho. Asimismo, los defensores en la batalla del 2 de mayo de 1866. De los que lucharon en Tarapacá, en Pisagua, en Punta de Angamos, en el Alto de la Alianza, y en Arica.

Y llegó el día de la primera procesión de la bandera el 28 de julio de 1901. Un episodio histórico que legó la pluma del insigne escritor tacneño Federico Barreto, que, con su narrativa, eternizó los sucesos del patriotismo inextinguible de los hijos de las provincias cautivas de Tacna y Arica, para ejemplo de las generaciones venideras y también para honra y gloria del país.

El 28 de agosto de 1929, fue un día grande para Tacna, que unió su cuerpo al cuerpo de la patria, y cada año la Procesión de la Bandera Roja y Blanca reaviva los corazones de peruanidad.

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