Los discursos radicales o de odio para imponernos una revolución socialista, o apelar a estructuras criminales y corruptas (como el caso Dinámicos del Centro) para financiar campañas y políticos no deben servir para poner presidentes, señala el columnista. (Composición: El Comercio)
Los discursos radicales o de odio para imponernos una revolución socialista, o apelar a estructuras criminales y corruptas (como el caso Dinámicos del Centro) para financiar campañas y políticos no deben servir para poner presidentes, señala el columnista. (Composición: El Comercio)

Aun cuando el JNE no da ganador de la segunda vuelta, no debemos dejar de mirar la dinámica del escenario que cambia todos los días, tanto de los actores y el discurso de Perú Libre (y sus nuevos aliados, los progresistas) como de las acciones policiales que van desenmarañando una red criminal en Junín que sí o sí salpicaría a Pedro Castillo.

En el discurso de los actores, el cambio de la Constitución y la revolución socialista son los puntos de confluencia, entre los que representan la conspiración internacional socialcomunista del Foro de Sao Paulo, como Cerrón, Bermejo y otros; del Movadef (Sendero Luminoso en realidad), los terroristas del Vraem, y los seguidores de Verónika Mendoza. Los documentos y las declaraciones de todos así lo demuestran.

La narrativa de odio contra la derecha, hábilmente trabajada por más de 20 años, dándole calidad de corruptos permanentes y consuetudinarios y agudizando las contradicciones sociales entre “ricos y pobres” por esta causa, ha querido ser el sustento para plantear un cambio de Constitución y preparar el terreno para su verdadero objetivo, la revolución socialista. Sin embargo, el caballito de batalla de la corrupción, que ahora la tienen enchapada en su propio entorno, deja de ser un argumento válido. Se cae el telón.

Tanto el caso de Los Dinámicos del Centro (exitosa operación policial de Diviac con el apoyo de la Fiscalía) como los desacuerdos y broncas por cuotas de poder y estilos de gobierno resultan preocupantes y contradictorios para sus electores; incluso, a aquellos que votaron contra Keiko Fujimori marcando “el lapicito”. Una muestra de eso es el resultado de Datum, que refiere que el 77% de sus encuestados se oponen a una nueva Constitución y un 65% dicen que hay indicios de fraude electoral.

Este hecho les pasará factura de todas maneras, porque el apoyo social (y posiblemente fraudulento en muchos casos) que obtuvieron, ha empezado a desvanecerse y alejarse. Nadie querrá quemarse en la hoguera de Cerrón con “pinturita” y los millones de soles flotando en las cuentas de sus funcionarios. El desfile de colaboradores eficaces que se viene terminará por sepultarlos, esperamos, en la cárcel.

Los discursos radicales o de odio para imponernos una revolución socialista, o apelar a estructuras criminales y corruptas (como el caso Dinámicos del Centro) para financiar campañas y políticos no deben servir para poner presidentes. Por ello, solo nos queda llamar a la reflexión a las autoridades del Jurado Nacional de Elecciones, la ONPE y la ciudadanía en general acerca de que la verdadera aspiración de los peruanos no son las recetas de violencia y fracaso, sino propuestas de amplios consensos que nos permita vivir en paz, en libertad y en una verdadera democracia. ¡Sí se puede!