Si en el Perú sigue en crecimiento el cultivo de hoja de coca y la producción de cocaína, es también posible que tarde o temprano corramos la misma suerte de no contar con tecnología de punta, señala el columnista. (Foto: Ministerio del Interior)
Si en el Perú sigue en crecimiento el cultivo de hoja de coca y la producción de cocaína, es también posible que tarde o temprano corramos la misma suerte de no contar con tecnología de punta, señala el columnista. (Foto: Ministerio del Interior)

Como un portazo en la cara ha caído la decisión de los EE.UU. de suspender el monitoreo satelital del cultivo de hoja de coca en Colombia (INFOBAE 11/jul/23). La noticia traería consecuencias catastróficas en el campo económico, político y de seguridad. En lo económico, el monitoreo sustentaba, de alguna forma, la necesidad de invertir más recursos para la lucha contra las drogas, que ahora tendrán que disminuir. En lo político, esto cuestiona la relación entre el presidente Biden y Petro, porque nadie está seguro aún si el colombiano aplaudirá la decisión o hará pataleta por la falta de inversión. Y, por último, afectaría los asuntos de seguridad debido a que los criminales tendrán la “cancha abierta” con un estado colombiano casi a ciegas.

Por ahora, EE.UU., que realizaba el monitoreo satelital con la ONU, dejará de hacerlo, para que las Naciones Unidas continúen con sus mediciones casi artesanales (los funcionarios viajaban a Colombia a analizar en el terreno los sembríos). El problema es que no habrá, por lo menos para 2023 (también desde 2022), información certera del incremento de los cultivos ilegales, por lo tanto, cualquier informe que realicen vendría con “falla de origen”, o será poco creíble para los agentes de seguridad internacional.

Una de las razones que han esgrimido las autoridades de EE.UU. es que ahora combaten un problema mucho más grave que la cocaína: El tráfico de fentanilo. Esta droga les cuesta más de cien mil vidas todos los años, aparte de las constantes imágenes penosas que se emiten en los diversos medios de comunicación mostrando el estado físico dramático de quienes caen en sus garras. La situación ha hecho que exista una fuerte presión política y social para que el gobierno americano tome medidas contra el flagelo, hecho que les ha motivado la reevaluación de sus prioridades en la lucha contra las drogas al punto de reducir esfuerzos en Colombia e invertir en el suyo propio.

Por otro lado, si en el Perú sigue en crecimiento el cultivo de hoja de coca y la producción de cocaína, es también posible que tarde o temprano corramos la misma suerte de no contar con tecnología de punta ni los recursos de la cooperación norteamericana si se mantuviera la política de invertir en luchar contra el fentanilo. Como hemos advertido, el narcotráfico entrará en fase de radicalización para tratar de alcanzar el control del sistema de gobierno. Estamos advertidos.

Mientras los “alquimistas de la muerte” con fentanilo van destruyendo a la juventud estadounidense, debemos prever que el aliento mortal de nuevas formas de narcotráfico se expanda hasta nuestro país. Debemos fortalecer la lucha integral contra esta amenaza grave a la seguridad del país sin complejos ni mezquindades, invirtiendo los recursos necesarios en la primera línea de combate, la Dirandro PNP. ¡Sí se puede!