[OPINIÓN] Joaquín Rey: Tras una nueva semana de violencia. (Foto referencial de Stringer / EFE)
[OPINIÓN] Joaquín Rey: Tras una nueva semana de violencia. (Foto referencial de Stringer / EFE)

Se cierra otra semana de convulsión y tragedia que deja como saldo nueve compatriotas fallecidos. Aunque la cifra es considerablemente menor a la registrada la semana pasada, es igualmente inaceptable. Por otro lado, el jueves se llegó a 127 puntos de carretera bloqueados a nivel nacional, el número más alto registrado desde que se iniciaran las movilizaciones.

Así las cosas, resulta evidente que no estamos ni remotamente cerca del final de este nuevo capítulo de crisis política. No obstante, el desarrollo de los hechos en los últimos días sugiere que Dina Boluarte se encuentra hoy en una posición más sólida que la que ocupaba hace una semana.

Si bien la llamada “Toma de Lima” se sintió en la capital, la convocatoria no fue comparable a la que se vio en acontecimientos políticos más recientes, como las marchas de noviembre de 2020, o incluso la que se produjo contra el toque de queda dictado por Pedro Castillo en abril pasado. Fue, además, una movilización dispersa, que devino más bien en un conjunto de pequeñas marchas sin una organización ni liderazgo claros.

Luego del pico del jueves, lejos de sostenerse, las movilizaciones en la capital y las regiones han menguado y se percibe fuertemente la ausencia de un liderazgo o estrategia de continuidad. Así, si a inicios de la semana el destino de Boluarte podía depender de lo que pasara en la “Toma de Lima”, hoy parece ser menos probable que el futuro inmediato traiga otro cambio en la Presidencia.

Esto sucede mientras Boluarte y su gabinete optan por un discurso cada vez más a la derecha. La presidenta y su entorno parecen haber concluido que, hagan lo que hagan –salvo renunciar–, no satisfarán las demandas de quienes se movilizan. Ante ello, han resuelto terminar de alinearse con la coalición de centro y derecha que hoy suma una mayoría simple en el Congreso.

La estrategia es comprensible desde el punto de vista del cálculo político. Lo que no resulta comprensible ni aceptable es la manera en la que la Policía viene enfrentando las manifestaciones. Si bien esta fue racional y proporcionada en la “Toma de Lima”, no lo ha sido en las movilizaciones en el resto de departamentos, ni en el absurdo, violento y antidemocrático operativo realizado ayer en San Marcos. Este patrón, lejos de contribuir a la paz, solo aviva la protesta y hace un flaco favor al gobierno.

A estas acciones autoritarias se suma el discurso tremendamente insensible de la presidenta. Particularmente desconectada fue la conferencia del jueves, en la que Boluarte no dedicó una sola palabra a lamentar las muertes ocurridas, y centró su discurso en alabar la labor de las fuerzas del orden y cuestionar y adjetivar a los protestantes.

Nota aparte merece el rol del Congreso, cuyos miembros no tuvieron mejor idea que irse de semana de representación en estos días trascendentales para el país. Antes, el lunes –único día en que sesionaron– dedicaron toda la jornada a la eliminación del voto de investidura, un tema francamente secundario en prioridad e importancia para la necesaria reforma política de cara a los próximos comicios. Y, para colmo, no llegaron a la mayoría calificada que se esperaba. Bien harían en mirar por la ventana.

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