"Castillo ha escogido como premier a un investigado por apología del terrorismo que considera que el gobierno cubano es 'democrático'”. (Foto: @presidenciaperu)
"Castillo ha escogido como premier a un investigado por apología del terrorismo que considera que el gobierno cubano es 'democrático'”. (Foto: @presidenciaperu)

Nuestro sistema electoral a menudo produce resultados que satisfacen a una proporción muy pequeña de electores. Así, es posible terminar con un presidente que en primera vuelta fue elegido por un 15% de votantes y que, incluso antes de haber asumido, ya contaba con una desaprobación del 41% (Ipsos, julio).

Por ello es fundamental volver a poner en agenda la reforma política y lograr un diseño electoral que contribuya a brindar legitimidad a las autoridades y a generar mayor gobernabilidad.

Mientras resolvemos esa tarea pendiente, lo cierto es que hoy tenemos a un presidente con una agenda largamente más radical de la que los peruanos quisieran. se empeña en la propuesta de una nueva Constitución, cuando solo un 11% de peruanos identifica este objetivo como prioritario (Ipsos, julio); y plantea cambios radicales al modelo económico, cuando el 76% quiere solo ajustes o ningún cambio en absoluto (IEP, julio). Más aún, el presidente parece decisivamente influenciado por un personaje como Vladimir Cerrón cuya participación es rechazada por el 90% (Ipsos, junio), y ha escogido como premier a un investigado por apología del terrorismo que considera que el gobierno cubano es “democrático”.

¿Qué hacer ante esta situación? Algunos sectores ya hablan de una vacancia. Considero que este sería un gravísimo error. Luego de haber visto a cuatro presidentes desfilar en el último lustro, parece que esta figura se hubiera normalizado. Pero no debemos perder perspectiva: vivimos en un sistema presidencialista en el que el mandatario es elegido por los ciudadanos. Su remoción por parte del Congreso debería darse en situaciones muy excepcionales y atípicas. La designación del premier Bellido, por más cuestionable que sea, no es justificación suficiente. Más aun, nos guste o no, más de la mitad de peruanos optó por Castillo en segunda vuelta. Su vacancia a pocos días de asumir sería fundamentalmente antidemocrática y podría llevarnos a un escenario de conflictividad sin precedentes. El “remedio” terminaría siendo peor que la enfermedad.

¿Esto significa que debemos resignarnos a un gobierno que parece solo representar a una minoría que busca cambios radicales? No. Castillo debe reconocer que, de insistir en esa ruta, ni siquiera logrará mínimas reivindicaciones sociales, pues lo más probable es que sea defenestrado más temprano que tarde. Por querer lograr mucho, no conseguirá nada. Por otro lado, aspirar a jugar la carta de la disolución del Congreso es irreal. Dada la correlación de fuerzas, una vacancia sin duda llegaría antes que una disolución.

Pero para asegurar la moderación de Castillo hace falta algo fundamental: que nuestros actores de oposición hagan política seria. Y esto pasa por ofrecer al presidente una coalición alternativa para implementar una agenda mínima consensuada, que venga con un apoyo legislativo que permita a Castillo prescindir de la mayoría radical de Perú Libre y del propio Cerrón. Esto, por supuesto, requerirá concesiones del presidente, quien tendrá que darlas si aspira a seguir ostentando ese título.

Si exigimos responsabilidad y seriedad al presidente, debemos exigir lo mismo a los demás actores políticos. No será fácil. En tiempos de tanta crispación y polarización, las palabras ‘moderación’ y ‘compromiso’ parecen haberse borrado del diccionario. Pero la situación que vive el país –196,000 muertos por COVID-19 y 3 millones de nuevos pobres en poco más de un año– bien valen el esfuerzo.

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César Azabache
César Azabache