(Foto: Congreso)
(Foto: Congreso)

Es una buena noticia que el gabinete que encabeza Mirtha Vásquez haya recibido el voto de confianza del Congreso. Aún con las importantes falencias del equipo ministerial, no veo cómo una denegatoria de confianza hubiera llevado a un escenario mejor para el país en el futuro cercano. Lo que corresponde al Congreso ahora es utilizar las herramientas de control político a su alcance para evitar que se cometan despropósitos en ciertos sectores. Preocupan en particular las carteras de Educación y Transportes y Comunicaciones, cuyos titulares, lejos de defender el interés público, parecen empecinados en usar su encargo para favorecer intereses gremiales en detrimento de los intereses ciudadanos. Así, por ejemplo, tenemos a un ministro de Educación que se ha mostrado abiertamente en contra de las evaluaciones docentes, y a un ministro de Transportes que ofrece condonaciones de multas y prórrogas a rutas de combis cuya continuidad va en la dirección exactamente opuesta a la de la reforma del transporte urbano. Ambos ministros deben ser interpelados –y ojalá censurados– para luego exigir mejores reemplazos.

Algo que sí llamó la atención de la jornada del jueves es que la señora Vásquez haya obtenido más votos en contra que su antecesor Guido Bellido. ¿Realmente algún político serio podría argumentar que Bellido y su gabinete eran una alternativa superior a Vásquez?

Llamó también la atención la absoluta negatoria de ciertos partidos a siquiera contemplar la posibilidad de otorgar un voto de confianza. Pareciera ser que la derecha más dura esperara que el gobierno de Castillo designe a un “chicago boy” como premier para otorgar la confianza. Esto es un absurdo. Lo democrático es partir por el reconocimiento de que esta elección fue ganada por una opción política claramente de izquierda y, por lo tanto, es normal que quien encabece el gabinete sea una figura de este sector. Más bien, debemos reconocer que Mirtha Vásquez es una de las figuras más sensatas y ponderadas de la izquierda, y que su designación es un alivio luego de haber tenido al inefable Bellido.

Lo que ahora corresponde al Ejecutivo es, por lo menos, mostrar una agenda. Luego de transcurridos 100 días de gobierno, es inadmisible que no haya aún una prioridad clara, una estrategia planteada, o un proyecto ambicioso. Aunque quiso ser presentada en esos términos, lo cierto es que la llamada “reforma agraria” no es más que un conjunto de medidas que ya se daban en mayor o menor medida, u otras que ya han probado su inefectividad, como las protecciones arancelarias mediante bandas de precios o la banca pública de fomento agrario.

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La dificultad evidente es que, para implementar reformas, hace falta un nivel de liderazgo político del que el presidente Castillo ha demostrado carecer. Por ello, si el mandatario aspira a preservar su encargo, debería, de una vez por todas, decidirse a empoderar a su primera ministra y delegar en ella tareas de gobierno para las que se ha mostrado largamente incompetente. El país no puede seguir esperándolo.

Coda: aunque he sido crítico de la gestión del alcalde Jorge Muñoz en el ámbito metropolitano, debo reconocer que viene liderando una importante labor de recuperación en nuestro Centro Histórico. La peatonalización de calles, adoquinado de vías, mejoramiento de fachadas, instalación de terrazas gastronómicas, entre otras acciones, han hecho una diferencia notoria. Especialmente destacable es la refacción de la Plaza Francia y la Iglesia de la Recoleta. ¡A visitar el Centro!

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