(Foto: Lino Chipana/@photo.gec)
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Finalmente, parece haber un consenso sobre la importancia de llevar adelante una reforma al sistema previsional peruano. Hace poco más de un mes, el gobierno dispuso la creación de una comisión multisectorial para este fin que ya viene sesionando, y en el Congreso la parlamentaria Mary Acuña propuso también la instalación de un grupo ad hoc. La sola disposición a tener este debate tanto del Ejecutivo como del Legislativo debe ser saludada.

Para que estos esfuerzos sean fructíferos, es fundamental no perder de vista el objetivo fundamental: proveer mejores pensiones para más peruanos. En el pasado, los intentos parecen haber olvidado esta meta por enfocarse exclusivamente en un segmento minoritario de la población: aquellos trabajadores formales en planilla que aportan a un sistema contributivo (ONP o AFP). El problema con esta visión es que excluye a casi cuatro de cada cinco compatriotas que trabajan en la informalidad.

Además de ser excluyente, este foco pone el énfasis en los trabajadores que, después de todo, se encuentran en una situación de relativa protección y cuentan con mayores ingresos.

¿Cuál debe ser la estrategia para incluir entonces a esta “mayoría olvidada” en el sistema previsional? Sin pretender entrar en los detalles –que deben ser discutidos a profundidad en las comisiones ad hoc–, acá planteo tres principios fundamentales:

1. Flexibilidad: a falta de un contrato fijo, el flujo de ingresos –y, por tanto, la capacidad de ahorro– de los trabajadores informales puede variar mes a mes, por lo que no es factible asumir un compromiso fijo de aporte mensual. Por ello, se deben crear alternativas para que cualquiera que tenga disponibilidad de liquidez en un determinado mes, semana o día pueda realizar un aporte puntual para su jubilación, sin que ello genere compromisos de largo plazo.

2. Incentivos: por definición, la informalidad suele no someterse a obligaciones legales. Por tanto, imponer aportes por la vía obligatoria no es el camino. Lo correcto, más bien, es introducir incentivos para que los trabajadores aporten motu proprio. Una posibilidad son las contribuciones proporcionales (que el Estado haga un aporte proporcional por cada aporte del trabajador). De esta manera se recompensa el esfuerzo individual.

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3. Simplicidad: la economía conductual ha estudiado ampliamente cómo los procesos de decisión que implican análisis muy complejos a menudo llevan a que posterguemos decisiones importantes. Así, por ejemplo, si tenemos un dinero disponible, pero invertirlo requiere el análisis de muchas alternativas y existe un grado de incertidumbre, es muy probable que optemos por guardar el dinero bajo el colchón o lo gastemos. Por ello, debemos ofrecer un sistema simple, que dé un mínimo de predictibilidad al individuo sobre cuánto recibirá dado su nivel de aportes.

Los mecanismos que creemos para el sector informal de ningún modo deben reemplazar el pilar contributivo (AFP y ONP) existente hoy, que debe mantenerse como eje del sistema para los trabajadores de mayor productividad que sí están en condiciones de asumir un compromiso de ahorro mayor.

Finalmente, hay que señalar que no existen soluciones mágicas. Si en el largo plazo seguimos teniendo niveles de informalidad y productividad tan precarios, nuestro nivel de ahorro previsional también lo será. Por ello, es fundamental que cualquier reforma en materia previsional venga acompañada de un esfuerzo constante para elevar los niveles de competitividad de nuestro país. Sí es posible.

Disclaimer: El autor es asesor externo de la Asociación de Administradoras de Fondos de Pensiones.

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