(Foto: USI)
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Todo el que siga noticias económicas habrá notado un fenómeno curioso en los últimos días. Por un lado, el Ejecutivo y particularmente el ministro Pedro Francke dan un mensaje sumamente auspicioso respecto del desempeño de la economía en 2021. Por otro lado, diversos analistas advierten un escenario muy distinto, de parálisis en la inversión privada y deterioro de la confianza empresarial a los peores niveles en años. A primera vista parecieran dos “hechos alternativos”, para usar un término popularizado en Estados Unidos durante la administración Trump. La realidad, como suele suceder en los asuntos económicos, es más compleja.

En efecto, el crecimiento de la economía peruana, con 13% en 2021, es el más alto de Latinoamérica, por encima de Chile (11.1%), Colombia (8.6%), Brasil (4.9%), Bolivia (5.7%) y Ecuador (3.5%). No obstante, la historia es incompleta si no advertimos que en 2020 Perú fue la economía que más cayó en la región, con un 11.1% de contracción. Considerando este dato, el crecimiento de 2021 es en buena medida explicado por el célebre “efecto rebote”. Y como en las leyes de la física, todo rebote es mayor en la medida en que la altura de la caída sea mayor.

Otro factor que explica el crecimiento del año pasado es lo que los economistas llaman los términos de intercambio, que no es otra cosa que la comparación entre los precios de lo que exportamos versus los precios de lo que importamos. Durante el 2021 el Perú se vio enormemente beneficiado por el crecimiento vertiginoso de los precios de algunos de los bienes que vende al mundo. Particularmente destacable fue el precio internacional del cobre, nuestro principal mineral de exportación, que en 2021 experimentó un crecimiento del 20% y alcanzó el nivel más alto del que se tenga registro.

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Estos dos factores –efecto rebote y precios internacionales– son elementos exógenos, no atribuibles al rol del gobierno. No obstante, hay un aspecto que sí tiene que ver con la acción gubernamental y, sin duda, ha facilitado la recuperación económica: el proceso de vacunación. Cerramos el 2021 con 80% de la población adulta con dos dosis, lo que nos pone por encima de países desarrollados como Estados Unidos o Inglaterra. Esto ha permitido una reactivación en sectores de la economía que estuvieron paralizados durante la mayor parte de 2020. Un logro que también involucra a la administración Sagasti y que merece reconocimiento.

Un elemento adicional para el análisis es que cualquier resultado económico no debe ser considerado de manera absoluta, sino también en relación con lo que pudo haber sido. En efecto, un crecimiento de 13% es importante, pero este resultado podría haber sido fácilmente mejor. Medidas tan simples como acelerar el proceso de ratificación del directorio de BCRP, brindar mensajes de confianza respecto de la seguridad jurídica de las inversiones y la propiedad, o evitar papelones como la demora en la juramentación del primer gabinete ministerial hubieran hecho una diferencia significativa.

Con todas sus debilidades, la economía peruana tiene todavía unos fundamentos macroeconómicos sólidos: deuda pública controlada, déficit estable, facilidad para obtener crédito, entre otros. En este contexto, y dado el ciclo expansivo de los precios de nuestras exportaciones, la mesa estaría servida para un periodo de crecimiento y reducción de pobreza en condiciones normales. Pero si el gobierno continúa indiferente respecto de la importancia de la inversión privada y sigue mostrando la precariedad que hasta hoy lo caracteriza, lo más probable es que las peores predicciones para 2022 se materialicen.

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