Pedro Castillo anunció una serie de cambios durante el Mensaje a la Nación. (Foto: Presidencia)
Pedro Castillo anunció una serie de cambios durante el Mensaje a la Nación. (Foto: Presidencia)

Esta semana se volvió a demostrar que la democracia es menos imperfecta cuando la ciudadanía se moviliza. Incluso antes de que se dieran, las movilizaciones convocadas en todo el país para el sábado lograron traerse abajo al gabinete de prontuariados, improvisados y agresores que había jurado tres días atrás. Una vez más, la ciudadanía estuvo muy por encima del pobre rol del presidente Castillo, quien con absoluta desvergüenza salió el viernes a culpar al Congreso de la situación, sin el más mínimo atisbo de crítica. Castillo parecía olvidar que fue él quien designó en el premierato a un pegalón y cabecero que en seis meses ha cambiado tres veces de bancada.

Mientras escribo estas líneas, el país se mantiene en vilo sin tener aún un nuevo gabinete. Pero la verdad es que esto no es tan relevante. Como ya ha quedado claro, la principal amenaza de este gobierno no es el comunismo, sino más bien la incompetencia rampante, el argollismo y la captura del Estado para la extracción de rentas. Estas características se mantendrán al margen de quien asuma los ministerios, pues, como relató con detalles la ex premier Mirtha Vásquez, el presidente se mantiene al margen de su gabinete, y sus decisiones son influenciadas únicamente por un conjunto de asesores oscuros por quienes nadie votó y que no rinden cuentas ante nadie.

Nada parece indicar que esto cambiará en los próximos meses. Por eso estoy convencido de que la mejor salida para el país es que el presidente Castillo renuncie a un cargo para el que nunca estuvo preparado. El tamaño de la responsabilidad que reviste la presidencia ha rebasado ampliamente sus capacidades para actuar o para confiar en un entorno que le ofrezca lo que él no tiene. Una renuncia ahorraría al país meses de improvisación y del desgastante proceso de una eventual vacancia.

Que luego de pocos meses un mandatario deba dejar un encargo que tendría que durar un lustro es un resultado triste para cualquier democracia. Pero, dado el estado de las cosas, hoy parece ser el menos malo de los escenarios.

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Lograr este resultado requerirá de todos los ciudadanos. Debemos ser nosotros los protagonistas de la salida a esta crisis, y estar listos para movilizarnos cuando el presidente vuelva a mostrarnos que no tiene interés alguno en conducir un gobierno decente y funcional, lo que presumo sucederá una y otra vez en el futuro cercano.

Este último punto me lleva a una reflexión final: esta semana he quedado sorprendido por la poca madurez política de buena parte de la oposición. Es hoy más que nunca cuando esta debiera sumar esfuerzos para hacer frente a un gobierno que se ha convertido en un enemigo común de la gran mayoría de peruanos. Lejos de eso, prefieren gastarse en disputas tan infantiles como ridículas. “Yo me opuse primero”. “No marcho con quienes piensan distinto a mí”. Frases tan chatas como reveladoras.

Quizás habría que recordar a estos sectores que sus protestas originales fueron muy distintas a las que surgen hoy, pues tuvieron como objeto denunciar un fraude que, como ha quedado probado, nunca existió. Hoy nos movilizamos ante un gobierno que sí existe y que nos hace daño cada semana que pasa. Si no somos capaces de unirnos para hacer frente a él, entonces seremos merecedores de lo peor.

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