Fernando Belaunde Terry, nadador empedernido, intentó un escape a nado cuando lo llevaban en lancha a su prisión en la isla de El Frontón. Educadísimo, antes de huir había dejado una carta para el alcaide de la cárcel lamentando su fuga, pero tenía un compromiso de honor con el pueblo de Arequipa, donde había convocado a un mitin. Se entregó al rato, saludando el gesto de la Guardia Republicana, que, al no dispararle mientras nadaba, había entendido que las balas que les habían sido entregadas no eran para ser usadas contra peruanos de bien. Eso era la política peruana antes.