‘Cuto’ Guadalupe no canta nada, pero es más gente que Shakira. Convertida su vida privada en entretenimiento público y negocio ajeno, ha navegado la tormenta evitando el primer e instintivo reflejo: desquitárselas con la pareja infiel en un ejercicio supremo de rencor monetizable.

Es más, ‘Cuto’ ha pedido respeto por la casada infiel, madre de sus hijos y compañera en los momentos difíciles. La susodicha salió del hotel de suites temáticas llevando una rosa en la previa del Día de la Madre. Sangre fría de quien horas atrás la tenía caliente con un tercero.

Shakira hizo cuatro canciones para destruir a Piqué luego de enterarse, gracias a potes de mermelada y detectives, que este la engañaba.

Lo dijo una primera vez en “Te felicito”. Fue considerada una heroína. Lo dijo una segunda vez con “Monotonía”, la gente se admiró de esta mujer valiente. Por si a alguien no le había quedado claro, difundió “Sesión 53 de Bizarrap”. Le dijeron Diosa. Insistió con el tema una cuarta vez, “TQG”, pero ya empezaron a decirle córtala. Estás pateando un cadáver. Del cual sigues demasiado pendiente para lo despreciable que dices que es.

Se burló del apellido de su pareja, que es el de sus hijos, futuros herederos debidamente traumados por la ventilación pública y musical de cómo su madre odia a su padre, ese pobre diablo que se enamoró de otra persona. En dicha gesta rompió 14 récords Guinness, cientos de millones de vistas en YouTube y aproximadamente 45 millones en regalías en el primer trimestre del 2023 por erigirse en víctima vengadora. Solo que en vez de espada llevaba una factura. Bien por ella. Los hijos tienen la medicación asegurada de por vida.

Piqué, por cierto, siempre fue un cretino. Engreído y displicente, su juego desangelado y tozudez independentista enajenaba la ya difícil simpatía por el Barcelona. Aparte que se le ocurrió incordiar a Messi, el mejor del mundo y no se diga más. La cereza en esta torta de antipatía natural que lo adorna fue cuando al ganar España la Copa del Mundo en 2010, se le vio en un video de la celebración posterior escupiéndole a un miembro del equipo técnico de su propia selección. Ser campeón del mundo para eso. Un miserable.

Es el mismo sujeto escupidor a quien Shakira —cuando sí lo quería— le escribió esa monserga de contigo yo tendría diez hijos, empecemos por solo un par, solamente te lo digo, por si quieres practicar. Verdi, qué certero fuiste y serás.

¿Qué hubiera pasado si Shakira decía lo perdono? ¿Qué pasaba si, como ‘Cuto’, proclamaba que su fe estaba intacta y pedía respeto para el indefendible padre de sus hijos?

Posiblemente, la sororidad militante la hubiera acusado de arrastrada víctima del patriarcado. Una indigna carente de autoestima sometida sumisamente al maltrato. Otra demostración de cómo el calzoncillo controla la narrativa de las relaciones entre hombres y mujeres.

Nadie miente en sus placeres. Y al mismo tiempo tampoco tiene que estar dando cuenta de ellos a la opinión pública. Es perverso que ventilar miserias ajenas sea razón de vida y fuente de ingresos para algunos. Esa pacatería tóxica abusa de la curiosidad pública, que no es lo mismo que el interés público. Es el morbo bajo, deleznable, que se regodea cuando a alguien conocido le va peor que a uno mismo. No sirve de ningún propósito, salvo esa avidez inmediatista por deleitarse en la desgracia ajena. Podría llamarse envidia, resentimiento, pero solo una palabra en alemán lo describe en su totalidad: Schadenfreude.

‘Cuto’ Guadalupe, un expelotero, ha tenido un comportamiento civilizado en un país mojigato, machista y prejuicioso. De ser como ser, se alegra.

De paso, en esas sinergias orgánicas que se dan en la farándula, junto con Jossmery Toledo, Dayanita y quien siga, la intimidad de ‘Cuto’ proporciona el distractivo descontracturante que la orfandad política reclama. Gracias, fujimorismo, por ese penoso defensor del Pueblo.

Naturalmente atolondrado, ‘Cuto’ convocó a una inusual conferencia de prensa en su restaurante para desactivar una bomba emocional: dar la cara como víctima de una traición aún por digerir. Carne para los leones, sintonía de infelices, fe del que no tiene ya en qué creer.

‘Cuto’ ya lloró todo, dice. Lágrimas negras y largas como su larguirucha persona. Lo que le toca ahora es refugiarse, y ¿por qué no?, facturar. A igual razón, igual derecho.

Pensando en esto último se invita, a través de estas líneas, al amable público a degustar la sustanciosa carapulcra con sopa seca, especialidad de Cuto16, restaurante de propiedad del burlado exfutbolista. Esto no es canje ni publicidad pagada. Es fe y apuesta por la justicia poética.

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Restaurante Cuto 16

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