"El gobierno de Castillo deterioró aún más la precaria institucionalidad del país con sus ataques a entidades fundamentales". (oto: Alessandro Currarino / @photo.gec)
"El gobierno de Castillo deterioró aún más la precaria institucionalidad del país con sus ataques a entidades fundamentales". (oto: Alessandro Currarino / @photo.gec)

El legado de desaciertos que deja la lamentable gestión de ha venido afectando la economía y el bienestar de todos los peruanos, y su impacto puede prolongarse si no se toman acciones correctivas.

El gobierno de Castillo deterioró aún más la precaria institucionalidad del país con sus ataques a entidades fundamentales (Poder Judicial, Fiscalía, Procuraduría, entre otras) y la designación, para ministerios y otras altas posiciones de la administración pública, de gente incapaz, sin mayor experiencia en el sector y, en algunos casos, con cuestionamientos y problemas judiciales.

Para que una economía de mercado funcione adecuadamente y para garantizar buenas políticas públicas y que el crecimiento y la prosperidad llegue a todos, en particular a los más vulnerables, es necesario fortalecer las instituciones y alinearlas con el interés social.

Castillo también erosionó significativamente la confianza del sector privado. La falta de predictibilidad en la conducción del gobierno (basta recordar la alta rotación de ministros) y el uso de una retórica confrontacional, divisionista de la sociedad y antiempresa han afectado negativamente el clima para desarrollar nuevos emprendimientos, inversión y crear empleo. Esto perjudica y limita las oportunidades de progreso, principalmente, de las personas de menores recursos.

Los simpatizantes del régimen defenestrado sostienen que, a pesar de todo, la economía lo viene haciendo bien. Pero eso no es un mérito de ese gobierno y no reconoce que se puede hacer algo mejor en beneficio de los ciudadanos. En realidad, el desempeño económico y de las fortalezas que se construyeron, con gran esfuerzo, en los últimos 25 años, en el marco de una economía de mercado, con solidez fiscal y disciplina monetaria... El punto a resaltar es que la economía resiste, a pesar de los tantos y graves desaciertos que cometió Castillo. La pregunta en realidad es, ¿cuánto más podríamos estar creciendo si se hubieran hecho las cosas meridianamente bien?

El consenso prevé que en los próximos años la economía peruana crecerá alrededor de 2.5%, un nivel muy bajo para generar suficiente empleo y reducir pobreza. Asimismo, proyecta crecimientos de la inversión privada de 2%. Si esta variable recuperara su ritmo promedio de crecimiento anual de los 10 años previos a la pandemia (alrededor de 6%, nada extraordinario), el PBI crecería casi 1.5 puntos porcentuales más. Es decir, en lugar de crecer 2.5%, podríamos acercarnos al 4.0%.

En términos monetarios, esto equivale a unos US$3,000 millones de más producción por año. No crecer más, por lo menos a 4.0%, es la magnitud del “lucro cesante” que nos deja Castillo como regalo navideño.

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Yván Montoya