Ejemplos sobran y los sufrimos cada día. “Renuncie, presidenta, cierren el Congreso, elecciones ya”. “Hay pobres porque hay ricos”. “Lima se queda con la riqueza del Perú”. “Los limeños odian a los provincianos”. “El pueblo quiere… (porque yo lo digo)”. “Incendiar, destruir, apedrear policías son parte de la pacífica protesta popular”. “Todo es culpa de…”. “Hasta la llegada de los españoles éramos felices”. Y la cereza: “Asamblea Constituyente”. Basta que el pueblo (o sea, nosotros que la escribiremos) firme su texto y se abrirán los cielos lloviendo comida, salud, educación, seguridad, dinero y lo que quieran. Qué fácil y lindo, ¿no? Seremos más felices que los cubanos después de 63 años, los venezolanos y nicaragüenses de 25 y bolivianos, ecuatorianos y argentinos por ahí. Además, fraternalmente, podremos regalar a Bolivia el sur del Perú, que les hace falta, porque los chilenos, aunque seamos todos hermanos ideológicos, no le darán ni la hora.