Gabinete Ministerial de Dina Boluarte. (Foto: PCM)
Gabinete Ministerial de Dina Boluarte. (Foto: PCM)

Para hoy lunes, ríos de tinta han corrido sobre el nombre de Dina Boluarte. La señora Boluarte, a mi entender, solamente tienes dos caminos. Traicionar todo lo que propuso en campaña, lo que acordó con Vladimir Cerrón y con su compañero de plancha presidencial, el expresidente Castillo, y trazar una línea que se aleje de su plan de gobierno y las promesas electorales que ofreció durante meses. Traicionarse a sí misma y traicionar a quienes creyeron en sus palabras y con ello apuntar a un gobierno de concertación, casi en modo neutral y con ello llegar a julio de 2026. Por otro lado, puede también ser consecuente con su propuesta de campaña, mantener la lealtad que en numerosas ocasiones juró públicamente hacia Pedro Castillo y cumplir con el plan de gobierno de Perú Libre, el partido político que la puso en el lugar que hoy ocupa; un camino que le sería muy difícil transitar visto lo visto y conociendo de primera mano la oposición política y mediática a la que tendría que enfrentar. Sin embargo, existe una tercera vía que podría suponer en alguna medida un camino menos tortuoso y que, a mi entender, podría calmar a tirios y troyanos. Promover activamente una reforma política y constitucional que le devuelva a la frágil democracia peruana, un verdadero y balanceado equilibrio de poderes. Reconstruir el marco normativo constitucional pero también electoral y convocar a nuevas elecciones generales, en ese orden. Porque sería totalmente insensato creer que jugar el mismo juego, con los mismos dados y jugadores, daría un resultado distinto. Pongamos la mira en los partidos políticos; seamos mucho más exigentes y demandemos de ellos una propuesta electoral que no nos lleve siempre a elegir al menos malo y desterremos por fin esa lacra mental que es el roba, pero hace obra.

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Yván Montoya