(OPINIÓN) Hernán Díaz: “Cuando la causa no es sino la consecuencia”. (Foto: Presidencia)
(OPINIÓN) Hernán Díaz: “Cuando la causa no es sino la consecuencia”. (Foto: Presidencia)

Por: Hernán Díaz, empresario, abogado y emprendedor

Partir de la premisa de que el presidente de gobierno y el partido político que lo llevó a ocupar la Casa de Pizarro son el origen de los enormes problemas que tendremos que afrontar como país, no es más que una simplificación de la realidad peruana contemporánea.

La triste puesta en escena que vemos diariamente no es la causa, es la consecuencia, aunque pocos lo adviertan. Es evidente que el tener en los dos principales poderes del Estado a personas (tanto de izquierda como de derecha, si queremos usar esa dicotomía tan de moda) no solo incapaces sino con evidentes vínculos con grupos extremistas, ha puesto el futuro del país en gran incertidumbre. Pero ninguno ha llegado a esos cargos por la fuerza; todos ellos han sido elegidos. No por grandes mayorías, pero sí por una cantidad significativa de personas que, producto del hartazgo, rebelaron su voto y protestaron en las urnas.

Es nuestra obligación voltear la mirada por lo menos unos 30 años atrás y preguntarnos qué se ha sembrado para cosechar este caos político y social. Qué no hemos hecho correctamente para que, aun teniendo unos indicadores económicos envidiables, asombrosa estabilidad fiscal, un dólar estable, inflación controlada, etc., nuevamente nos encontremos en un escenario que nos llevará a un retroceso en todos esos supuestos grandes avances. La respuesta no es única y mucho menos sencilla.

Recurriendo al concepto tropicalizado y ampliamente estudiado por Stiglitz y Krugman, el “chorreo” no fue la solución. Creer que el mercado se encargaría de corregir las externalidades y desigualdades de un país dividido y fragmentado como el Perú ha sido un craso error. Porque el Perú no es Lima. Porque Lima no es el Jirón de la Unión. Porque el Jirón de la Unión no es el Palais Concert, aunque Valdelomar me diga lo contrario.

Cuesta ver con claridad cuando aún el humo de las bombas lacrimógenas no se ha disipado y cuando las mesas familiares están divididas entre unos que se reivindican como la nueva voz de la patria, otros que se aferran a su conciencia y otros tantos que se autodefinen como paladines de la democracia. Una democracia, por demás endeble y lastimera, basada en instituciones impregnadas de corrupción y tremendamente vulnerables al vicio del poder.

Creer que somos un país democrático porque los gobernantes se eligen en las urnas es otra muestra de nuestra flojedad mental. Una democracia sin participación y deliberación no es más que un modelo débil y vacío, famélico y condenado a una muerte lenta y segura. Muerte lenta que nos augura el sendero que hoy nos alumbra. Hagamos ese mínimo esfuerzo. Disipemos la nube. Volteemos la mirada si queremos ver un futuro y no una utopía.

VIDEO RECOMENDADO

Pedro Castillo brinda su primer discurso en la ONU
El presidente de la República interviene en la 76° Asamblea General de las Naciones Unidas.