"Los intentos de unificar la región son decepcionantes". (Foto: Andina)
"Los intentos de unificar la región son decepcionantes". (Foto: Andina)

Ese sueño bolivariano de una Latinoamérica unida que nos fue presentado en 1819, a través de la carta de Angostura, es cada vez más sueño y menos realidad. Los intentos de unificar la región son decepcionantes.

La Comunidad Andina, Unasur, Mercosur, Celac, Aladi, Prosur y cuanto se les ha ocurrido a los gobernantes de turno no han pasado de ser un grupo de organismos burocráticos e ideologizados, cuyos presupuestos son asumidos por las poblaciones de países con economías quebradas y asfixiadas. Espacios de amigos para amigos; organismos que olvidaron por completo su razón de ser: colocar al ciudadano latinoamericano al centro de toda gestión, con el fin último de hacerle la vida más fácil, rompiendo cadenas y abriendo fronteras.

No sé si la Comunidad Europea sea necesariamente un gran ejemplo. Pero, en definitiva, es un modelo que, dentro de sus limitaciones, sobrevive y ha contribuido a que haya una mejor calidad de vida para millones de personas que viven en el Viejo Continente. Una región donde las diferencias culturales, idiomáticas e históricas son realmente marcadas, pero, aun así, el consenso en la necesidad de crear organismos comunitarios, una moneda común y políticas transfronterizas, ha sido más fuerte que todas esas profundas diferencias.

Como dijo el presidente uruguayo en la reciente Reunión de Presidentes de los Países de América del Sur, “porque, si no, terminamos siendo clubes ideológicos, y tienen vida y continuidad en tanto y en cuanto machemos las ideologías (sic)”.

No hay manera de mantener una posición doctrinaria o ideológica por décadas, por lo menos no en esta región, donde las ideologías dependen del billete porque, como ya he dicho en múltiples oportunidades, la única ideología común en la región se llama corrupción, esa que el mercantilismo en la política atrae como la sangre al tiburón.