Yonhy Lescano
Yonhy Lescano

La noticia de que el congresista Yonhy Lescano era el repudiable varón que acosaba sexualmente a una periodista fue como una bomba en una pecera. Principalmente porque este sibilino y punzante crítico con sus enemigos políticos se presentaba como el Catón nacional.

Los chats publicados son repugnantes. Muestran a un hombre excitado sexualmente con una mujer que frena y rechaza su desvergüenza. Sorprende que en las miles de preguntas hechas a Lescano solo se mencione el término acoso, omitiendo el adjetivo sexual. Precisamente el delito es que se ponga libidinoso con quien no quiere seguirle el juego carnal.

Pero lo realmente penoso –que evidencia lo perdidos que estamos en la defensa de las mujeres agredidas, violentadas, vejadas sexualmente– es la velada defensa o la excesiva condescendencia con un ser abusivo. Lescano ha mencionado una encuesta de un medio ¡donde creían en su absurda y pueril versión de defensa! Ello indica que el odio político –lo peor que le puede suceder a una nación– pesa más que la violencia sexual y psicológica contra la mujer.

Paradojas de nuestras miserias nacionales: dos congresistas fujimoristas fueron acusados de tocamientos indebidos y sancionados. No hay cinta, video o chat que demuestre el ataque sexual, tampoco un testimonio, solo el de las víctimas. Una de ellas declaró ante la Comisión de Ética de modo reservado porque su integridad estaba en cuestión.

Ahora está más que documentada la libido de Lescano, aunque este ve un ataque político del fujiaprismo. Argumenta que el chat más ominoso fue escrito por un tercero a quien no identifica. Su resguardo policial negó participación alguna.

Lescano se dice amigo de la agraviada sexualmente. Insiste en que son conversaciones de adultos mayores. ¿Le pregunta a otras amigas lo que a la periodista?: “¿Ya en la camita?” y le pide que le muestre los senos, agregando: “Estás solita”. La mujer lo cuadra diciéndole: “Suficiente. Me está faltando el respeto. Como que confunde la amistad”.

En otro chat le pide una entrevista “en privado”, “vas con tu libreta, yo respondo y de pronto te asalto”, para añadir: “Te robo tu ropita”. El uso del diminutivo es chocante. La injuriada lo recrimina. Lescano se fastidia e insiste diciéndole: son “conversaciones de mayores”.

Si esto no es acoso sexual, somos marcianos. Pregunte a un “macho man” si el congresista es lujurioso y dirá que sí. Evidentemente ella busca frenarlo. Lescano le reclama por haberle contestado luego de esto. Cada uno es dueño de sus miedos. El testimonio es más fuerte que los chats publicados. El defensor confirmó el acoso sexual.

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