[OPINIÓN] Gabriel Ortiz de Zevallos: “Un Estado  de malestar”. (GEC)
[OPINIÓN] Gabriel Ortiz de Zevallos: “Un Estado de malestar”. (GEC)

El concepto de Estado de bienestar implica un mayor rol estatal para lograr una sociedad más equitativa. Puede discutirse qué implica ello en términos de tamaño, tipo de políticas impositivas y de gasto público, y modalidades más o menos eficaces para lograr sus objetivos. No tiene sentido gastar la plata de los contribuyentes para no lograr los objetivos deseados. Si un Estado genera más malestar que bienestar, hay que reformarlo para que funcione de verdad y sus resultados sean transparentes y medibles.

El Perú se viene abajo con un terremoto como los que ya ha enfrentado Chile. Cuando menos deberíamos tener un sistema más eficiente para prevenir y atender fenómenos mucho más frecuentes como huaicos y friaje. Las quebradas que implican riesgo son identificables, pero no podemos anticipar qué año se verán afectadas. ¿Tiene lógica depender de casi 1,800 alcaldes y 26 gobernadores regionales que cambiamos cada 4 años? ¿Es esa la mejor manera de organizar al Estado peruano para ello, sabiendo que somos una sociedad culturalmente propensa a la letra muerta y el saludo a la bandera?

¿Un alcalde recién elegido puede ser algo más que un vocero de necesidades? ¿No es hora ya de empezar a hacer algo que sí prevea y funcione? No soy ningún experto en el tema, pero además de atender los casos de este año, ¿no podemos empezar a prever los que se van a presentar, sí o sí, en los próximos años? Es así como se salvan vidas. ¿Se puede tener un planito de cada uno de los distritos con las áreas riesgosas geolocalizadas? ¿Se puede obligar a los alcaldes a delimitar, de manera fácilmente visible para todos los ciudadanos, las zonas en riesgo, incluidas las viviendas y otras edificaciones? ¿Generar un catastro, con ubicaciones y todos los datos de esas edificaciones, y planificar un traslado ordenado en los próximos años?

¿Tiene que venir un Niño a recordarnos nuestros deberes de adulto? Lo peor es que ni siquiera los asumimos, solo hacemos la finta un rato hasta que nos aburrimos. ¿Hasta cuándo?

Uno de los grandes problemas del Perú es que la discusión de políticas públicas, salvo honrosas excepciones, es pobrísima, y rara vez se detiene a entender los detalles de cómo funciona el Estado. Nos quedamos en el “hay que”. Y por acertado que sea un “hay que”, no se materializa solito. Un buen lomo saltado no resulta de un “hay que”, sino de seleccionar ingredientes, picarlos en la forma debida, calentar el aceite en su punto, y darse toda la chamba hasta servir el plato. Del mismo modo, una política pública no ocurre a menos que todo lo que se tiene que hacer para que logre resultados medibles se haga en secuencia sin parar hasta el final, incluida la medición de resultados. Ese nivel de detalle está en leyes y reglamentos que normalmente no tienen que ver con la Constitución y menos con una asamblea confundegente. Arreglar el Estado para que no sea este desastre es más tarea de mecánicos que de diseñadores de carros.

Hacer que el Estado funcione implica reformas que requieren consensos y tiempos para madurar, y corregir en el camino lo que no funcione, que probablemente puede ocurrir. Requiere acuerdos que duren gobiernos, que sí han sido posibles en el Perú con los tratados de libre comercio o incluso la carrera docente, hasta que el expresidente Castillo la puso en riesgo. Pero son inviables en un contexto de polarización, donde el oportunismo y el enfrentamiento constante son el pan de cada día.

Ni el Congreso ni el Ejecutivo tienen interés en adelantar elecciones. Se tiene un gobierno débil, con poca legitimidad en la calle, pero con soporte en un Congreso fragmentado, populista y oportunista. Si queremos que el país tenga un mejor futuro, tenemos que crear consensos para lograr que el Estado pueda prevenir y manejar desastres naturales, brindar infraestructura y servicios básicos, etcétera, sin ser capturado por mafias y argollas. Eso ya es un reto, ¿cómo logramos esos consensos? Empecemos por prevenir los huaicos futuros.

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