"Al presidente Castillo se le podría llamar el presidente 0.1077 o 0.0017, si se toman resultados de la primera vuelta o la diferencia porcentual de votos de la segunda, respectivamente". (Foto: Lino Chipana Obregón /@photo.gec)
"Al presidente Castillo se le podría llamar el presidente 0.1077 o 0.0017, si se toman resultados de la primera vuelta o la diferencia porcentual de votos de la segunda, respectivamente". (Foto: Lino Chipana Obregón /@photo.gec)

Así como es el agente 007, tal vez valdría la pena nombrar a los por el porcentaje de votos recibidos en primera vuelta o por la diferencia porcentual con la que ganaron en segunda vuelta. Así tendría él y la ciudadanía un recuerdo permanente de cuán obligado está a conciliar con los demás grupos políticos para poder ser presidente de todos los peruanos. Para calcular estos porcentajes, se debe consensuar primero si se estiman sobre los votos válidos (zurrarse en los peruanos que no votaron, o votaron blanco o nulo), o sobre el total de electores hábiles. Me parece mejor lo segundo. Por algo esos compatriotas prefirieron no ir, votar en blanco o dibujar groserías en su voto. Es obvio que no se sienten representados y no son pocos: en primera vuelta ausentes, blancos y viciados sumaron 43% y en segunda 30%.

Considerando los electores hábiles, al presidente Castillo se le podría llamar el presidente 0.1077 o 0.0017, si se toman resultados de la primera vuelta o la diferencia porcentual de votos de la segunda, respectivamente. Si los números se calculan solo sobre el total de votos válidos, sería el presidente 0.1892 y 0.0025, respectivamente.

A la bruta: si el total de electores hábiles es equivalente a un sol, en primera vuelta el presidente apenas recibió un apoyo equivalente a poco menos de 11 centavos, y en segunda vuelta ganó por una sexta parte de una moneda de un céntimo. Si nos zurramos en los que no votaron o votaron blanco o nulo (entre 30% y 43% del total de electores hábiles), haciendo que un sol sea el equivalente a todos los votos válidos, recibió 19 centavos en primera vuelta y ganó por una cuarta parte de un céntimo en segunda vuelta. Solo personas tan ideologizadas y acostumbradas a abusar del poder como los altos mandos de Perú Libre pueden creer que eso da para imponer su agenda de primera vuelta. De democrático eso no tiene nada. Gobierno y Congreso deberían reconocer la necesidad de dar muestras concretas de avanzar hacia una agenda de consenso, que viabilice la estabilidad que el país necesita, particularmente para que la gente de menos ingresos obtenga chamba estable, que depende de la inversión privada y el crecimiento económico. No hay forma de generar consensos sin generar confianza previamente.

Con la notoria excepción de la vacunación y algún otro tema, han sido 100 días de desgobierno. Mochila pesada con la que la premier carga, principalmente por los petardos de su predecesor y la indecisión perenne de su jefe, pero ella igual asume la responsabilidad e implicancias. La primera ministra, Mirtha Vásquez, la tiene cuesta arriba para generar credibilidad y consensos (ese es el orden, dadas las circunstancias), y tiene que definir claramente qué puede lograr y qué no, y para cuándo. Su reacción frente a los conflictos sociales fácilmente va a multiplicar demandas y el Estado es muy malo cumpliendo. La narrativa de culpar a las empresas genera desconfianza y eriza. Si de verdad quiere gobernar en favor de los más pobres, necesita hilar muy fino para generar empleos, que dependen de cuánto crean en ella quienes invierten. Una manera es cumplir su promesa de limpiar el Estado de personal que no es idóneo. Tremendo reto. Haría bien en escoger sus peleas para generar esa credibilidad pronto.