"El fortalecimiento de estas instituciones, así como el de la Diviac, procuradurías, Fiscalía y Poder Judicial, es clave para que se pueda aspirar a un mejor control sobre la corrupción". (Foto: PNP)
"El fortalecimiento de estas instituciones, así como el de la Diviac, procuradurías, Fiscalía y Poder Judicial, es clave para que se pueda aspirar a un mejor control sobre la corrupción". (Foto: PNP)

en el en su columna de esta semana: “la política se ha poblado de actores con puros intereses particularistas, en donde esta aparece como un mecanismo de ascenso social o como la extensión de negocios o intereses privados”. Para eso se necesitaba la reforma política, pero es evidente que no hay condiciones para que se pueda avanzar en ello.

Manadas sedientas de poder para sumar ceros a sus cuentas personales se disputan el poder de distintos cargos públicos. No es un juego suma cero: los ceros de sus cuentas bancarias nos los roban a todos y desacreditan la democracia como forma de gobierno. La Diviac trabaja horas extras, descubriendo y poniéndole chapa a esta sarta inacabable de mafiosos, de todo el espectro político: dinámicos del centro, elegantes de Sant John, inversionistas del bicentenario, y un etc., etc. que genera arcadas. Marco Sifuentes lo resumió así: la política peruana se cubre en las páginas policiales. Una epidemia de garrapatas que se organizan y pelean entre grupos para chuparle la sangre al Estado en sus diferentes niveles. La pendejada como epidemia, pendemia. La novedad no es la corrupción, sino su extensión y descaro.

¿Qué se puede hacer para combatirla? ¿Quieren combatirla los que podrían hacerlo? No hay mucha esperanza, la verdad, va a haber que pelearla duro desde la sociedad civil. En el Ejecutivo hay, desde la presidencia y varios ministerios: opacidad, nombramientos indefendibles, ataque directo a la meritocracia y a la prensa por hacer su trabajo, y apenas unas pocas correcciones cuando el roche ya era mastodóntico. Desde el Congreso, no hay mucho más que las críticas al Ejecutivo. No hay una propuesta orgánica de cómo responder a estos problemas y hacer que el Estado peruano mejore en su efectividad y transparencia. No es esa su prioridad, y regresando al diagnóstico de Tanaka, no habría los incentivos para que lo fuera.

Las instituciones públicas que más han aportado a la discusión de estos temas han sido la Defensoría y la Contraloría, cuyos líderes serán reemplazados dentro de poco. El fortalecimiento de estas instituciones, así como el de la Diviac, procuradurías, Fiscalía y Poder Judicial, es clave para que se pueda aspirar a un mejor control sobre la corrupción. La Contraloría merecería una reorganización como la que se hizo con la Sunat en los noventa. Más allá de lo que puede lograr el liderazgo del contralor y la contratación de personal calificado mediante Servir, se necesita depurarla de funcionarios formalistas que son un dolor de cabeza para los funcionarios honestos, que aún quedan, y no les hacen cosquillas a los “pendémicos” o “calienta asiento”, que abundan. A diferencia de la Contraloría, la Defensoría sí empezó de cero.

Hemos recurrido a acuerdos gobierno a gobierno para hacer obras sin corrupción. Mejor de una vez pensamos opciones para que los países con mejores sistemas de prevención y control de la corrupción nos asesoren sobre llevar a la práctica reformas necesarias. No ganamos nada pidiendo ayuda para resolver pedacitos del problema, que nos ayuden con el problema entero.

También tendríamos que obligarnos a ser el país de la región que más se renueva en temas de gobierno electrónico y sistemas transparentes de data abierta, copiando las mejores experiencias de fuera. Estamos peor que la selección de fútbol antes de contratar a Gareca, y no hay nadie que se le parezca ni remotamente.