(Foto de Jao Yamunaque / AFP)
(Foto de Jao Yamunaque / AFP)

No lo culpo. La dejadez y la incapacidad para ponernos de acuerdo hasta en lo evidente con una mínima empatía por otros peruanos habrán agotado su paciencia divina. Yo soy agnóstico, pero si Dios existe, me tinca que nos ha dejado a que nos incineren nuestros demonios, en plural.

La realidad requeriría consensos y reformas urgentes: pobreza e informalidad en aumento; crecimiento económico y confianza bajos, insuficientes para generar empleo formal y digno; dengue brotando por todo el país; fenómeno del Niño en el horizonte, con advertencia de récord histórico de temperaturas por cambio climático; Estado disfuncional, donde el brazo no siempre cumple lo que el cerebro ordena; deterioro institucional intencional desde el Congreso; inseguridad galopante. Para complicar las cosas un tantito más, revolución tecnológica que nunca terminará y que implica cambio de época, que obliga a adaptación constante.

El reparto actual del teatro político peruano no muestra mayor interés por encontrar soluciones serias a problemas complejos, ofrece paracetamol en vez de quimioterapia. A veces ni siquiera paliativos, sino medicación contraindicada. La revolución tecnológica requeriría más énfasis en la calidad de la educación, pero el interés económico de las universidades bamba pesó más.

Los peores resultados mundiales en la pandemia podrían habernos impulsado a hacer la reforma de salud que pospusimos durante décadas y que especialistas habían discutido hasta el cansancio, agregando el potencial de telemedicina la como aliada adicional. Ningún avance en lo estructural y correrías para atender el dengue, mientras se nos han pasado 23 años sin poder resolver el problema de los médicos marcatarjeta, que zafan a sus consultorios privados cuando deberían estar atendiendo en la salud pública.

Durante esta semana tuve la suerte de asistir a dos eventos que muestran el interés de distintos actores de la sociedad para encontrar, mediante el diálogo, soluciones a problemas complejos. En el ámbito de la construcción, la federación de trabajadores de construcción civil y Capeco son un ejemplo con resultados concretos, que ya viene siendo replicado en otros sectores. También tuve la oportunidad de participar del lanzamiento de la mesa del objetivo de desarrollo sostenible sobre Justicia, Paz e Instituciones promovida por Perú Sostenible. En ambos casos se ve que sí existen posibilidades de hacer que el diálogo funcione, pero para que fructifiquen tienen que poder llegar al espacio político. Y es ahí donde casi todo lo que se ve genera desazón. Los actores políticos generan merecida desconfianza, porque salvo casos aislados, se les ve claramente protegiendo su propio interés cortoplacista en vez de intentando buscar soluciones duraderas a problemas reales que enfrenta la población, a veces sin siquiera tener plena conciencia de la magnitud de los retos por superar. No se transmite visión de país, ni conocimiento ni interés por entender los retos a enfrentar, o vocación por rendir cuentas (mochar cuentas sí atrae a algunos).

Pensé en escribir sobre lo absurdo que es que sean los gobiernos regionales los responsables de supervisar la pequeña minería y la artesanal, que implica también la informal. El riesgo de cooptación y corrupción aumenta en una escala regional versus la nacional, especialmente en regiones donde esa actividad tiene mucho peso. A nadie se le ocurriría que la política antidrogas se defina sólo en el VRAEM, por hacer una comparación. Concentrar toda la supervisión de la actividad minera, incluida la pequeña minería y minería artesanal, puede traer dificultades políticas, dado que hay autoridades locales que están cuestionando la legislación minera. Pero como ese hay ene temas. Lo descarté porque hay demasiados temas así, el problema es otro.

¿Cómo lograr una democracia que funcione, cuando se le degrada tanto y cómo evitamos el riesgo de un Bukele, de uno u otro lado del espectro? fue la advertencia que en uno de esos espacios hizo un experimentado político. Quería responderle que Dios es peruano, pero me entró la duda.

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