Pedro Castillo. (Foto: EFE/ Presidencia Del Perú)
Pedro Castillo. (Foto: EFE/ Presidencia Del Perú)

Pedro Castillo Terrones le ha hecho un profundo daño al país, pero que tiene que interpretarse en el contexto de la fragilidad que el Perú ya tenía. Entró con la clara intención de robar, favoreciendo a familiares, paisanos y empresarios que financiaron su campaña, engañando de la manera más vil a quienes quisieron ver en él a alguien que sí los representaba. Aun con todos los errores y escándalos, uno de cada cuatro compatriotas lo aprobaba, en parte porque es gente que se informa poco sobre temas políticos, o no cree en los medios nacionales, o simplemente cree que la corrupción es tan inherente a la política que, al menos, era su corrupto. El jueves, desde Apurímac, Lisseth Meléndez Vargas (@lissethmelvar) publicó un: a través de noticias falsas propaladas por canales de Facebook, Castillo era una víctima del Congreso, el Poder Judicial y las élites, con un mensaje unificador y simple: solo el pobre lucha por el pobre. Pero el caldo de cultivo para que ese mensaje pueda calar tan hondo se explica en una muy buena columna de José Carlos Agüero (). Más allá de discrepancias que tengo con su posición, me parece indudable la relevancia de muchos de los puntos que plantea.

Hay que reconocer que esos canales de desinformación estaban organizados desde su campaña y fueron alimentados con su discurso de odio frente a la prensa nacional y su iniciativa de llevar la publicidad estatal a medios regionales y de provincia. Generó un ecosistema de desinformación y confrontación entre peruanos, aliándose con cuanto sector informal/ilegal pudiera aprovechar para llamarlo a la movilización cuando le fuera conveniente: a los cocaleros les prometió no más erradicación, a pesar de que la vinculación con el narcotráfico es innegable, y . Lo mismo debe de haber ocurrido con todos los sectores con los que creó estas alianzas: minería y tala ilegal, los prefectos y subprefectos que nombró cercanos a la Fenatep, Conare y Movadef, etc.

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En un tuit también provocador de reflexión, Ragi Burhum (@rburhum) se preguntaba: ¿en qué país del mundo te dejan tomar un aeropuerto sin que te respondan a balazos en el intento? Lo sigo desde hace tiempo y no hay manera de que se le pueda acusar de ser insensible a las víctimas o al abuso del uso de la fuerza policial. Las protestas han normalizado cosas que están intrínsecamente mal. La . Pero, nuevamente, el Perú se polariza entre dos extremos, lo que no lleva a nada. ¿Cuántas de las víctimas creían que Pedro Castillo era víctima y no perpetrador de un golpe? ¿Cuántas víctimas eran realmente conscientes de que no se puede tomar un aeropuerto o una carretera? Si queremos más civilidad, hay que construirla desde ambos lados, o no va a ocurrir nunca.

¿Cuántas organizaciones de la sociedad civil salieron a aclararles a esos simpatizantes de Castillo que el Congreso será un desastre, pero que el golpista era Castillo? Basta comparar los videos en YouTube depara evidenciar que es lo mismo, 30 años después.

La situación es extremadamente compleja de resolver. La presidenta Boluarte se equivocó de plano al elegir a su premier, y el Congreso ha demostrado una y otra vez su incapacidad para sintonizar con la opinión pública. Este domingo habrá encuestas. La vía a una elección más rápida sería la renuncia de Boluarte, pero escalaría el conflicto y genera un pésimo precedente, sin reforma alguna. La opción intermedia es aprobar las elecciones en dos legislaturas cortas, mientras se discuten las reformas, pero no hay los votos. Y ojalá todavía haya espacio para canalizar una salida vía el Acuerdo Nacional y con la ayuda de las iglesias que ha solicitado la presidenta. Pobre Perú.

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Baltazar Lantarón