(Foto: Lino Chipana/ GEC)
(Foto: Lino Chipana/ GEC)

Los peruanos estamos enfrentando un artero plan de satanización en contra de nuestras empresas. La influencia pública del gobierno –y de muchos medios de comunicación– se ha puesto en juego para estimular una reacción de descrédito en detrimento de todo el sistema empresarial del país. Para muchas autoridades, periodistas, políticos y demás, las empresas mineras, constructoras, AFPs, agroexportadoras, etc.… todas son abusivas, corruptas y evasoras de impuestos. Ninguna se salva.

La satanización empresarial ha llegado a tales extremos que lo legal ha quedado relegado al último plano. Con tal de desacreditar a las empresas, el Gobierno permite el bloqueo de carreteras y se rinde ante el más cobarde vandalismo callejero. Se apedrean vehículos con niños adentro, se incendian ambulancias, se destruyen instalaciones empresariales… y no pasa nada. El Estado está pintado… no actúa. Incluso, ordena a la Policía no hacer nada.

En este estado de caos social, el Estado de Derecho pierde valor y millones de ciudadanos vemos truncados nuestros derechos constitucionales al libre tránsito, al trabajo, a la propiedad privada, a la integridad física… y hasta nuestro derecho a la libertad de expresión.

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El problema es que detrás de esta satanización empresarial subyace la destrucción de la economía nacional. Y con ella vienen el desempleo, la pobreza, la inseguridad, la violencia, la corrupción, el odio… la crisis moral.

¿Tan difícil resulta ver que las empresas –y no el Estado– son las grandes generadoras de empleo para los peruanos? ¿Acaso no ven la relación de interdependencia que existe entre las grandes y medianas empresas, con las micro y pequeñas? ¿Acaso no ven que las empresas son las proveedoras de esa inmensa gama de bienes y servicios que requiere la ciudadanía –y el Estado– para sobrevivir? ¿Acaso el Estado no vive de los tributos que pagan las empresas y sus trabajadores?

Frente a tales interrogantes cabe preguntarnos ¿quiénes están detrás de la satanización empresarial? Pues bien, aunque parezca mentira, hay gente que gana con la pobreza. El narcotráfico y el terrorismo… por ejemplo.

Por otro lado, la politiquería también gana con la pobreza. Eso de ofrecer el oro y el moro a los electores pobres –desesperados– suele favorecer a los políticos demagogos en su afán por conseguir votos en las elecciones políticas.

Así que cuidado con los satanizadores de las empresas peruanas. Pueden ser narcotraficantes, terroristas, politiqueros, o una mezcla de los tres.

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