“Si juntamos la falacia del falso dilema con la narrativa de la “verdad ilusoria”, que consiste en repetir tantas veces una mentira que la gente empieza a creer que es verdad, terminamos en una combinación muy peligrosa”. (Foto: GEC)
“Si juntamos la falacia del falso dilema con la narrativa de la “verdad ilusoria”, que consiste en repetir tantas veces una mentira que la gente empieza a creer que es verdad, terminamos en una combinación muy peligrosa”. (Foto: GEC)

Este tipo de falacia lógica se origina cuando equivocadamente se presenta un tema o problema como un falso dilema entre solo dos opciones, habiendo realmente muchas más. Las personas somos muy susceptibles a caer en falsos dilemas: eres mi amigo o mi enemigo, eres de derecha o de izquierda, entre otros ejemplos. Los falsos dilemas son muy comunes en política o religión, donde los temas se presentan como blanco o negro, con un razonamiento incorrecto que, al reducir las alternativas a solo dos, induce a errores de percepción y decisión. Existen muchos tipos de falacias, pero la del falso dilema es especial porque dificulta que el ciudadano detecte el error, cayendo en ella.

Si juntamos la falacia del falso dilema con la narrativa de la “verdad ilusoria”, que consiste en repetir tantas veces una mentira que la gente empieza a creer que es verdad, terminamos en una combinación muy peligrosa, como la que estamos viviendo en el país en este momento. Al presentarse solo dos puntos de vista como opciones posibles, cuando realmente existen muchas más, se facilita la polarización y se hace muy difícil propiciar un diálogo que pueda llegar a solucionar los impasses; peor aun si esta dicotomía incluye falsedades. La política está llena de falsos dilemas porque facilitan controlar y manipular a las masas, y muchas de estas se difunden por los medios de comunicación y la Internet como plagas, muchas veces con la anuencia de periodistas mediocres que no las filtran o que las aprovechan para impulsar su línea editorial, incluso sabiendo que son falaces. Están también los que no llaman a las cosas por su nombre para estar bien con Dios y con el diablo.

En el país sobran los falsos dilemas políticos. Algunos ejemplos: “O apoyas la Asamblea Constituyente o estás en contra del pueblo”, “no es posible modificar la Constitución sin una Asamblea Constituyente” o “para resolver los problemas del país hay que convocar a elecciones a la brevedad”. Todos ellos introducen falsos dilemas ya que existen otras opciones que se omitieron a propósito. No siempre es fácil distinguir los falsos dilemas, se debe empezar por preguntarse si existen otras opciones, lo que después facilita el diálogo.

En el ejemplo anterior de la disyuntiva entre establecer una Asamblea Constituyente o no modificar la Constitución, una forma de romperla es haciendo una serie de preguntas: ¿para qué quieres una Asamblea Constituyente?, ¿para qué cambiar la Constitución?, ¿qué quieres cambiar?, ¿por qué?, ¿se pueden hacer las modificaciones sin una asamblea? Estas preguntas llevan a ampliar las alternativas posibles rompiendo la polarización y facilitando el diálogo. Igual debemos hacer en el caso de otros falsos dilemas. Pero sin interlocutores visibles y dispuestos es imposible dialogar. Una prensa inteligente ayudaría.

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