“Si las cosas no cambian, estamos perdidos como país. Cada día nos volvemos más informales y menos respetuosos del marco legal”. (Foto: Andina)
“Si las cosas no cambian, estamos perdidos como país. Cada día nos volvemos más informales y menos respetuosos del marco legal”. (Foto: Andina)

Cada vez es más evidente que carecemos de institucionalidad y que somos un país con muchos informales y con oportunistas con un bajo nivel de civismo. Lo que ha ocurrido en los últimos cuatro meses es vergonzoso: nombramientos de ministros y funcionarios sin capacidad para los cargos, acuerdos fuera del marco legal, reuniones clandestinas de altas autoridades, graves indicios de corrupción de personas cercanas al presidente y familiares de funcionarios que contratan con el Estado estando prohibido. La cereza del pastel es la decisión de la mina Las Bambas de cerrar sus operaciones porque está siendo chantajeada por pobladores que ni siquiera viven en su área de afectación, mostrando que no existe el imperio de la ley.

Si las cosas no cambian, estamos perdidos como país. Cada día nos volvemos más informales y menos respetuosos del marco legal. Nos quejamos de la minería formal y nos hacemos la vista gorda con respecto al daño ambiental que está haciendo la minería ilegal y la tala indiscriminada de árboles. Nuestras instituciones simplemente no funcionan o nos generan una gran desconfianza, que, para efectos prácticos, es lo mismo.

A unos días del inicio del gobierno escribí: “La poca legitimidad del próximo Gobierno, la fragmentación del nuevo Congreso y la polarización de nuestra sociedad parece garantizarnos un próximo lustro que será perdido, sin reformas institucionales positivas, con un crecimiento económico muy por debajo de nuestro potencial, incapaces de mejorar el bienestar de nuestra población”. A solo cuatro meses de gestión, esto ya es evidente. Los que manejan el gobierno insisten en culpar al Congreso de lo que ocurre; la realidad es que son ellos mismos los que están generando un clima de inestabilidad que está ahuyentando la inversión nacional y extranjera, lo que afecta la capacidad del país de generar los puestos de trabajo de calidad que requerimos.

Si no ponemos las barbas en remojo, lo único que tendremos para mostrar será una grave crisis institucional y económica. Conocemos el problema de fondo, pero no lo enfrentamos: nuestro precario Estado plagado de inoperancia y corrupción, que ha empeorado bajo el nuevo gobierno. Por ello hay tanta insatisfacción y muchos apoyan la vacancia presidencial. Debemos tomar conciencia de que, pase lo que pase con respecto a ella, para salir de este caos se requiere un fuerte cambio de timón, que al menos incluya un nuevo gabinete de concertación independiente que tenga el mandato de nombrar funcionarios idóneos, hacer respetar la ley y promover la inversión privada.

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